Este domingo ás 12:00 h no Antigo Cárcere o (S8) dá espazo a unha sesión moi especial. Trátase dun obradoiro, impartido por Maria José Rueda, no que todos os nenos que se acheguen pola Mostra poderán descubrir a través de diversas actividades lúdicas e didácticas, o mundo da pioneira da animación Lotte Reiniger. Ao taller seguiralle unha sesión familiar coas películas de Reiniger que de seguro conseguirá enfeitizar tanto a nenos como a maiores. As súas animacións, feitas de xeito artesanal con siluetas recortadas que Reiniger fabricaba con mestría, lévannos por exóticas historias cheas de aventuras e de misterio, protagonizadas por criaturas fabulosas, príncipes, alfombras máxicas e paisaxes imposibles.
Este domingo a las 12:00 h en la Antigua Cárcel el (S8) da espacio a una sesión muy especial. Se trata de un taller, impartido por Maria José Rueda, en el que todos los niños que se acerquen por la Mostra podrán descubrir a través de diversas actividades lúdicas y didácticas, el mundo de la pionera de la animación Lotte Reiniger. Al taller le seguirá una sesión familiar con las películas de Reiniger que de seguro conseguirá hechizar tanto a niños como a mayores. Sus animaciones, hechas de manera artesanal con siluetas recortadas que Reiniger fabricaba con maestría, nos llevan por exóticas historias llenas de aventuras y de misterio, protagonizadas por criaturas fabulosas, príncipes, alfombras mágicas y paisajes imposibles.
Este domingo a las 12:00 h en la Antigua Cárcel el (S8) da espacio a una sesión muy especial. Se trata de un taller, impartido por Maria José Rueda, en el que todos los niños que se acerquen por la Mostra podrán descubrir a través de diversas actividades lúdicas y didácticas, el mundo de la pionera de la animación Lotte Reiniger. Al taller le seguirá una sesión familiar con las películas de Reiniger que de seguro conseguirá hechizar tanto a niños como a mayores. Sus animaciones, hechas de manera artesanal con siluetas recortadas que Reiniger fabricaba con maestría, nos llevan por exóticas historias llenas de aventuras y de misterio, protagonizadas por criaturas fabulosas, príncipes, alfombras mágicas y paisajes imposibles.
Reiniger empezó a hacer películas en 1919, y no dejó de hacerlas en toda su vida, en todo un periodo que abarca 60 años. Cuando el cine era aún un arte relativamente joven, Reiniger fue una de las primeras artistas que llevaron la animación un paso más allá, con un trabajo de abrumadora belleza y lirismo, además de una personalidad desbordante. Ya adolescente, Lotte era una apasionada de las marionetas y del cine de Meliés. Consiguió convencer a sus padres para que le permitieran entrar en el grupo de teatro de Max Reinhardt, al que pertenecía Paul Wegener, creador de El Golem. Cuando confeccionaba siluetas en papel de los otros actores del grupo en sus respectivos papeles llamó la atenación de Wegener, con quien trabajaría realizando los subtítulos de la película Der Rattenfänger von Hameln («El flautista de Hamelín»). Gracias al éxito de su trabajo y a la recomendación de Wegener, consiguió ser admitida en el Institut für Kulturforschung (Instituto de Innovaciones Culturales), un estudio berlinés dedicado a las películas de animación experimentales. Allí realizó su primera película de siluetas, El ornamento del corazón enamorado (1919), la primera de una larga lista en la que sobresale Las Aventuras del Príncipe Achmed, largometraje que le llevó tres años enteros de trabajo estrenado en 1926. Además de llevar a cabo el trabajo paciente de la animación, mantuvo lazos estrechos con los círculos culturales del Berlín de la época: creó el decorado de algunas representaciones en el teatro Volksbühne, conoció a Bertold Brecht y rodó varios cortos publicitarios, además de la infinidad de películas infantiles que creó, y las adaptaciones de diversas óperas. De su film Papageno (1935), Jean Renoir dijo que era el mejor equivalente óptico a la música de Mozart.
Parte de la fuerza de la obra de Reiniger consiste en que, de alguna manera, la evidencia del trabajo hecho a mano resalta aún más la cualidad mágica que lleva en sí un arte como el de la animación. Parece una cuestión de alquimia, prácticamente, el hecho de que unas cartulinas recortadas, objetos inanimados, puedan cobrar vida con la riqueza expresiva de las películas de Reiniger. Preocupada más por la creatividad que por la técnica, su cine sigue la estela del arte milenario de las sombras chinescas. En las antípodas de la estética relamida de Disney, sus films muestran el nervio de la animación en historias que ejercitan la imaginación, y la hacen galopar por misteriosos parajes como si fuese a lomos del caballo mágico de príncipe Achmed.
Reiniger empezou a facer películas en 1919, e non deixou de facelas en toda a súa vida, en todo un período que abarca 60 anos. Cando o cine era aínda unha arte relativamente nova, Reiniger foi unha das primeiras artistas que levaron a animación un paso máis aló, cun traballo de abafadora beleza e lirismo, ademais dunha personalidade desbordante. Xa adolescente, Lotte era unha apaixonada das marionetas e do cine de Meliés. Conseguiu convencer aos seus pais para que lle permitisen entrar no grupo de teatro de Max Reinhardt, ao que pertencía Paul Wegener, creador do Golem. Cando confeccionaba siluetas en papel dos outros actores do grupo nos seus respectivos papeis chamou a atenación de Wegener, con quen traballaría realizando os subtítulos da película O flautista de Hamelín. Grazas ao éxito do seu traballo e á recomendación de Wegener, conseguiu ser admitida no Institut für Kulturforschung (Instituto de Innovacións Culturais), un estudo berlinés dedicado ás películas de animación experimentais. Alí realizou a súa primeira película de siluetas, O ornamento do corazón namorado (1919), a primeira dunha longa lista na que sobresae As Aventuras do Príncipe Achmed, longametraxe que lle levou tres anos enteiros de traballo estreado en 1926. Ademais de levar a cabo o traballo paciente da animación, mantivo lazos estreitos cos círculos culturais do Berlín da época: creou o decorado dalgunhas representacións no teatro Volksbühne, coñeceu a Bertold Brecht e rodou varios curtos publicitarios, ademais da infinidade de películas infantís que creou, e as adaptacións de diversas óperas. Do seu filme Papageno (1935), Jean Renoir dixo que era o mellor equivalente óptico á música de Mozart.
Parte da forza da obra de Reiniger consiste en que, dalgún xeito, a evidencia do traballo feito a man resalta aínda máis a calidade máxica que leva en si unha arte como o da animación. Parece unha cuestión de alquimia, practicamente, o feito de que unhas cartolinas recortadas, obxectos inanimados, poidan cobrar vida coa riqueza expresiva das películas de Reiniger. Preocupada máis pola creatividade que pola técnica, o seu cine segue o ronsel da arte milenaria das sombras chinescas. Nas antípodas da estética relamida de Disney, as súas films mostran o nervio da animación en historias que exercitan a imaxinación, e fana galopar por misteriosas paraxes coma se fose a lombos do cabalo máxico de príncipe Achmed.
Reiniger empezó a hacer películas en 1919, y no dejó de hacerlas en toda su vida, en todo un periodo que abarca 60 años. Cuando el cine era aún un arte relativamente joven, Reiniger fue una de las primeras artistas que llevaron la animación un paso más allá, con un trabajo de abrumadora belleza y lirismo, además de una personalidad desbordante. Ya adolescente, Lotte era una apasionada de las marionetas y del cine de Meliés. Consiguió convencer a sus padres para que le permitieran entrar en el grupo de teatro de Max Reinhardt, al que pertenecía Paul Wegener, creador de El Golem. Cuando confeccionaba siluetas en papel de los otros actores del grupo en sus respectivos papeles llamó la atenación de Wegener, con quien trabajaría realizando los subtítulos de la película Der Rattenfänger von Hameln («El flautista de Hamelín»). Gracias al éxito de su trabajo y a la recomendación de Wegener, consiguió ser admitida en el Institut für Kulturforschung (Instituto de Innovaciones Culturales), un estudio berlinés dedicado a las películas de animación experimentales. Allí realizó su primera película de siluetas, El ornamento del corazón enamorado (1919), la primera de una larga lista en la que sobresale Las Aventuras del Príncipe Achmed, largometraje que le llevó tres años enteros de trabajo estrenado en 1926. Además de llevar a cabo el trabajo paciente de la animación, mantuvo lazos estrechos con los círculos culturales del Berlín de la época: creó el decorado de algunas representaciones en el teatro Volksbühne, conoció a Bertold Brecht y rodó varios cortos publicitarios, además de la infinidad de películas infantiles que creó, y las adaptaciones de diversas óperas. De su film Papageno (1935), Jean Renoir dijo que era el mejor equivalente óptico a la música de Mozart.
Parte de la fuerza de la obra de Reiniger consiste en que, de alguna manera, la evidencia del trabajo hecho a mano resalta aún más la cualidad mágica que lleva en sí un arte como el de la animación. Parece una cuestión de alquimia, prácticamente, el hecho de que unas cartulinas recortadas, objetos inanimados, puedan cobrar vida con la riqueza expresiva de las películas de Reiniger. Preocupada más por la creatividad que por la técnica, su cine sigue la estela del arte milenario de las sombras chinescas. En las antípodas de la estética relamida de Disney, sus films muestran el nervio de la animación en historias que ejercitan la imaginación, y la hacen galopar por misteriosos parajes como si fuese a lomos del caballo mágico de príncipe Achmed.