Una instalación de piezas significativas de Curtas Vila do Conde, festival que cumple 20 ediciones, se exhibirá en el hall del Centro Cultural Ágora durante los días del (S8). Hablamos con Miguel Dias, director de Vila do Conde, sobre la historia del festival y de las piezas que aquí nos presentan.
Vila do Conde cumple 20 años. ¿Cómo fueron las primeras ediciones, vistas después de todo este tiempo? ¿Os imaginábais que el festival llegaría a su 20 edición?
Las primeras ediciones de Curtas Vila do Conde coincidieron con la aparición de un gran número de nuevos festivales de cine en toda Europa, y curiosamente muchos de ellos estaban dedicados, en parte o del todo, al cortometraje. Creo que fue una coincidencia, pues la impresión que tengo hoy es la de que en le época en la que fundamos el festival ignorábamos casi por completo la situación a nivel internacional, fuimos aprendiendo mucho -y muy rápido- a lo largo del recorrido. La elección de los cortometrajes fue un poco inconsciente, sólo algunos años más tarde nos dimos cuenta de que fue una opción acertada, dada la tendencia al crecimiento de la producción de cortometrajes a nivel internacional en la primera mitad de los 90, seguido del mismo fenómeno en el contexto portugués y por el surgimiento de un pequeño mercado, aunque incipiente y un poco ilusorio. Antes del festival, la expresión cortometraje ni siquiera formaba parte del vocabulario corriente, y el rápido desarrollo del festival se benefició, también, de la novedad y del contexto en el que surgió: fue notable y nos sorprendió a nosotros mismos. Sobre todo si pensamos que se tratana de un pequeño festival en una ciudad pequeña. La presencia del cine nacional era residual en las secciones competitivas de Curtas Vila do Conde, como en los festivales extranjeros, correspondiendo de hecho a las limitaciones de una producción casi inexistente, Hace 20 años no existía siquiera una política de apoyo a la producción de cortos por parte del Instituto do Cinema e Audiovidual em Portugal (actualmente dejó de existir nuevamente, pero esta vez los motivos son infelizmente muy diferentes y el cine portugués vive hoy días calamitosos, dada la paralización casi total del sector). Com todo, la visibilidad que el festival daría a algunas de sus películas fue importante para una rápida evolución que originaría la creación de la Competición Nacional en 1995, desde entonces hasta hoy, una de las imágenes de marcas de Curtas Vila do Conde. Las muchas ediciones pasadas de la Competición Nacional, y todos los films que fueron siendo presentados a ella, contribuirían sin duda a una mayor afirmación del cortometraje portugués, asumiendo muchas veces un papel de extrema importancia en el lanzamiento de nuevos films, en su visibilidad y su alcance mediático en cuanto al público portugués, pero también en su proyección internacional.
Además del caso específico del cine portugués, también a nivel de programación el Curtas se fue volviendo más coherente, aunque fue en sus inicios donde se dieron los más deslumbrantes descubrimientos cinematográficos de la historia del festival que coexistían a veces con otros films más frágiles, pero que curiosamente acababan por funcionar como conjunto, revelando (además de algo de suerte) una intuición increíble, diría.
Los festivales eran diferentes, entonces, y debo decir que las exigencias ahora son mucho mayotçres y a todos los niveles -financiero, de organización, comunicación, de público…- obligando a un profesionalismo que entonces no existía. Las primeras ediciones del festival eran una combinación de un esfuerzo por ser profesional mezclado con una gran ingenuidad, y una gran dosis de buena voluntad y generosidad, que crearon un ambiente singular e irrepetible. Lo digo sin ningún tipo de nostalgia, porque de hecho me identifico más con el Festival de 2012 que con el de entonces. Con todo eso propició situaciones muy divertidas y casi surrealistas (por lo menos vistas desde la distancia) y que ahora ya no pasan o de existir, me son completamente ajenas.
A esas alturas también subsistían muchas incoherencias, por ejemplo, el Curtas Vila do Conde fue el primer evento en Portugal en utilizar subtitulado electrónico en portuguñes para los films presentados, entre muchas otras innovaciones de organización, pero al mismo tiempo no teníamos ningún ordenador: el festival fue organizado con una máquina de escribir, un fax y un teléfono. Hoy parece imposible hacer un festival así, en la época no lo era, se trataba de un mundo diferente, sobre todo analizado a esta distancia. Había muchas menos autovías, no había móviles, tal vez ya hubiese internet -pero si lo había era incipiente y no estaba al alcance de todos – y los films era presentados casi exclusivamente en copias de 35mm. El contacto con algunos países era muy difícil, a veces sólo se conseguía comunicación por telegrama. De hecho fue divertido: nosotros hacíamos un poco de todo, incluso íbamos a buscar a los invitados al aeropuerto en nuestros coches, o retirábamos copias de films que estaban retenidas en la aduana, o cosas aún más extrañas, como tener que buscar platos y copas para una comida ofrecida en el exterior (fuimos a buscarlas a casa de nuestras madres, o algo así). Curiosamente, la gente nos tomaba en serio y ayudaban de una forma desinteresada… La aventura se podía haber acabado ahí, en ese primer festival, porque constatamos al final que teníamos un déficit de diez mil euros, y si no fue más fue por ayuda de toda esa gente. Sin embargo, como festival fue un éxito, el Instituto de Cinema que no había dado ningún apoyo -debo confesar que entonces me pareció injusto, pero hoy lo comprendo: ¿por qué iban ellos a apoyar a un grupo de personas insignificantes que aparece en una reunión en Lisboa con poco más que ofrece que alguna osadía?- decidió pagar la factura y así garantizó la continuidad del evento. Esto es algo impensable a nuestros días, mcuho más rígidos en ese aspecto, Por eso está claro que la respuesta a la última pregunta será obvia: no imaginábamos que el festival iba a llegar a su 20 edición, pero de la misma forma que hoy no imagino que llegu a 40 (en el actual contexto europeo y portugués, ¡es igual de poco seguro que llegue a la edición 21!).
Pero quiero creer una cosa: la longevidad y el éxito de Curtas Vila do Conde sólo fueron posibles porque se sustentaron en una verdades pasión por el cine y por lo que hacíamos. Pueden ser los últimos vestigios de una visión romántica de la realidad, pero quiero creer que los eventos de este género que permanecen son aquellos cuya concepción es generada por esa pasión, y que los que son creados como vehículo de promoción de una marca o como parte de la promoción turística de una región, por ejemplo, o los que aparecen con presupuestos millonarios prometiendo ser el próximo Cannes del mundo, tendrán tendencia a desaparecer más deprisa.
¿Cómo ha evolucionado Vila do Conde desde entonces?
La evolución del festival tiene un paralelismo muy interesante con la evolución del cine portugués de estos años. A lo largo de su historia, el Festival asistió a un aumento en la producción de cortos portugueses -y una creciente calidad de su resultado- apoyó la determinación por parte del Instituto do Cinema e Audiovisual de implementa una política de apoyo a la producción de cortometrajes, asistió a la llegada de un número cada vez mayor de estructuras de producción y, de la misma forma, de festivales dedicados en su totalidad o en parte al cortometraje, y fundó en el seno de su organización (en 1999) la Agência da Curta Metragem, organismo que vino a llenar la laguna de promoción e divulgación del cortometraje portugués a nivel internacional, cuando no existía ninguna entidad con esa atribución específica, y que su cantidad y calidad, a la par que el interés demostrado internacionalmente, comenzaba a justificar. Entretanto, y desde esos primeros años del festival, muchas cosas cambiaron, la propagación del digital agilizó los medios de producción multiplicando la cantidad de films, y dificultando la prospección de aquello que juzgamos será importante en el cine portugués del futuro. Esperamos, en este aspecto, que podamos continuar mostrando de primera mano los trabajos de los más talentosos cineastas de la próxima generación.
Por lo demás, la evolución del Curtas tiene una base muy concreta: estar atentos a todas las manifestaciones que tienen lugar en el campo del cine. Es por eso que no sólo la filosofía de programaciónva siendo regularmente modificada, para poder acompañar a los fenómenos emergentes en el campo de las artes y la evolución del lenguaje cinematográfico y videográfico, como tiene también una aproximación a las artes plásticas, de donde normalmente salen cada vez más autores con nuevos trabajos. Comenzando como un festival dedicado exclusivamente al cortometraje -hoy un concepto bastante difundido que cuando empezamos- la evolución de Curtas Vila do Conde no se separa de sus orígenes: continua siendo un festival en el que el cortometraje tiene un espacio noble en la programación con las competiciones, con las retrospectivas de autores y, siempre que se justifiquen, con las sesiones que abordan determinadas temáticas que, desde el punto de vista de la programación, nos interesa desarrollar. Por lo tanto, Vila do Conde puede ser definido hoy como un festival generalista, también de largometrajes, también de otras artes visuales. Con el correr de los años fuimos constatanto que las fórmulas del principio se volvían repetitivas, esto es, las películas, salvo obvias excepciones, tenían tendencia a repetir los mismos códigos y gramáticas y, muchas veces, tenían una finalidad comercial predefinida, tanto más que el universo de los cortos creó en la segunda mitad de los noventa un mercado, constituido sobre todo por las televisiones, que comenzó a interesarse por ellos. Rápidamente, los principales canales que exploraban los cortometrajes comenzaron a dictar criterios de estandarización de contenidos y duraciones necesarios para la selección de los films. Consciente de esta tendencia, el festival comenzó, desde 2000, a explorar y a diversificar las fuentes de prospección de películas, cambiando el criterio de duración de los cortos hasta 60 minutos, privilegiando un cine más experimental y optando de una manera más evidente por otro films que tocan territorios que sobrepasan los límites formales del cine. A la largo de los años se fue verificando una evolución en la forma del festival que implicó un crecimiento notable de su parrilla de programación. Ocupando los espacios tradicionales del cine, pero también de nuevos espacios (Solar – Galeria de Arte Cinemática y otros), con exposiciones temáticas, instalaciones de vídeo y performances de sonido e imagen, ilustran ese crecimiento. Todo esto es visible con el aumento de la duración del festival de modo que, en este momento, parece reduccionista calsfica Vila do Conde como un simple festival de cortometrajes.
A partir de un momento determinado, la evolución tecnológica también dictó algún cambio en términos estéticos y de contenido. Ya no tenía sentido, a partir de cierto momento, agarrarse al formato de cine de 35mm, por lo que la apertura al vídeo y al digital fue inevitable, como la apertura de una sección experimental, precisamente para, por un lado, eliminar condicionamientos de formato que ya no tenían sentido el reglamento del festival y, por otro, “derribar” determinados límites formales que se ponían a nivel de la ficción, lo mismo pasa con la inclusión, ya en 2005, de una sección para vídeos musicales. La última etapa en esta evolución fue la creación de la sección “Remixed”, que desde 2011 pasó a llamarse “Stereo”, que busca sobre todo explorar las relaciones entre sonido, música e imagen en movimiento, bien ddestacando las nuebas propuestas estéticas y la evolución del lenguaje cinematográfico e videográfico, bien encontrando soluciones para espectáculos resultantes de proyectos de articulacuón entre estas áreas de creación artística, principalmente cine-concierto y performances de sonido e imagen. Otros aspectos importantes de esta evolución fueron la apertura de una competición de films de estudiantes portugueses, el Take One y también el Curtinhas, con films e actividades para niños. Finalmente, un momento muy importante fue el cambio de sede al Teatro Municipal en 2009, que por sí solo aumentó el público del festival en un 50%, y en los años recientes tenemos registrada sobre todo una participación mucho mayor del público local.
¿Cuál fue la inspiración para crear la Galería Solar? ¿Cómo ha cambiado vuestra visión del audiovisual a partir de ella?
La experiencia de la inclusión de exposiciones de instalaciones de vídeo en el programa de Curtas Vila do Conde, que empezó en 2002 como parte de una estrategia de evolución del festival potenciada por el número redondo del 10 aniversario como momento propicio para el cambio, dio origen a la creación de una galería (la Solar) con una programación permanente dedicada a la presentación de obras que llamamos de arte “cinemático”. La inspiración vino, por lo menos para mí, de las propias obras de los artistas y realizadores que fuimos presentando a lo alrgo de las primeras ediciones del festival, cuando nos fuimos dando cuenta de que esos mismo artistas, cuyas obras presentábamos en la sala de cine, tenían una obra paralela, a vece incluso más relevante, presentada en espacios como museos y galerías de arte. La Galería Solar es, también, consecuencia de esa tendencia observada cada vez con más frecuencia en esos espacios , donde la imagen en movimiento ocupa un lugar en términos de importancia e visibilidad que no tiene nada que envidiar a formas más tradicionales como la pintura o la escultura.
Después de eso, está claro que existe una influencia recíproca entre aquello que exhibimos en la sala de cine y las obras que presentamos en el contexto expositivo, y a vece no tiene sentido cualquier separación entre el cine que se ve en una sala y las imágenes en movimiento vistas en una galería. Existen innumerables ejemplos de autores que trabajan en los dos campor, y presentan sus versiones para cada tipo de presentación, siendo uno de los casos paradigmáticos de esta tendencia la finlandesa Eija-Liisa Ahtila, que muestra sus obras tanto en museos como en los principales festivales internacionales de cine. Ese diálogo permanente del arte contemporáneo con el cine tiene su expresión, por ejemplo, en la aparición de un número cada vez mayor de films que utilizan un proceso de “reciclaje” o reutilización de imágenes (o sonidos) de películas ajenas, que pueden ser desde películas de Hollywood como películas familiares o educativas. Existe un territorio propicio para la experimentación audiovisual, donde se crean objetos que necesitan salir de la sala de cine y de la proyección tradicional con los espectadores sentados en la butaca de cine frente a la pantalla. La diferencia fundamental está menos en las películas que en la forma como estos pasan a ocupar el espacio, que ya no está sólo una pantalla al fondo de la sala, sino también en el tiempo y en la circulación del espectador. La Galería Solar es la cara más visible de una tendencia general de crear secciones de cine experimental en festivales de cine de todo el mundo. Una tendencia que podrá ser un poco una moda, pero que tal vez derive de un agotamiento de ideas y fórmulas en el cine narrativo más convenciona que lleva a los festivales a expandir los horizontes estéticos de su programación. En el caso de Curtas Vila do Conde no es tanto así, pues existe una relación con el cine experimental asentada en una tradición muy enraizada que viene desde su primera edición y que apra bien o para mal dejó huella en la imagen el festival, diría que de una forma exagerada, pues se trata de un festival generalistam que presenta films de todos los géneros y de todos las esferas. Lo que pasa es que algunas de las obras más relevantes que a lo largo de los años fuimos presentando se pueden etiquetar como experimentales, aquellos que quedaron para la historia y para la memoria de los críticos y espectadores más atentos. Normalmente son obras que rompen las barreras del cine narrativo o que utilizan los recursos del lenguaje cinematográfico para expresar experiencias y sentimientos, explorar efecto relacionados con el sonido o con la imagen en vez de contar una historia linear, tal como hace un artista plástico en sus obras. Muchas veces, los films experimentales tienen también en común con las artes plásticas el hecho de ser obras menos ligadas a la industria, resultando de un trabajo mucho más solitario de un creador audiovisual.
¿Nos puedes decir algo sobre las piezas que se presentan en el (S8)? ¿Por qué se seleccionaron esas piezas en particular para la instalación?
Existe un denominador común en las cuatro obras presentadas; todas fueron encargadas y coproducidas por nosotros, en ocasiones y contextos distintos. En todo lo demás, son obras completamente diferentes.
Beacon, de Christoph Girardet y Mathias Mueller, y Remains, de Sandro Aguilar,fueron producidas en 2002, y formaron parte de un grupo de cuatro películas realizadas para la celebración del décimo aniversario de Curtas Vila do Conde por autores que el festival presentaba con regularidad (los otros dos films de esta serie fueron realizados por Miguel Gomes y por la dupla siciliana Daniele Ciprì y Franco Maresco). Se trata de obras realizadas pensando en una proyección en sala de cine, pero que también se adaptan perfectamente a la presentación en un contexto expositivo. Beacon es un film compuesto de imágenes de viaje de los propios Mueller y Girardet, todas ligadas por el hecho de haber sido rodadas en localidades junto al mar (incluida Vila do Conde). Las imágenes de los propios artistas fueron usadas aquí como si fueroan found footage, y para el texto que las acompaña invitaron a su amigo Mike Hoolboom, quien también es un cineasta experimental de gran reputación y habitual de Vila do Conde. El texto, junto con las imágenes, nos lleva a un lugar de la memoria donde ecos distantes de historias marítimas se cruzan con la banalidad de la mirada del turista, en un viaje de rumbo incierto. Como Mueller y Girardet, también Sandro Aguilar es uno de los autores ligados a la historia del festival. Remains es un bello film no narrativo y minimalista en el que se explora el contraste entre la vida y la muerte, entre la aridez y la emoción, y a la vez es un film musical, donde el polvo y la materia en descomposición de la primera parte se confrontan con un extravagante baile de celebración de la vida.
Los dos films restantes formaron parte de un proyecto concebido originalmente para la Galería Solar en 2011, llamado “Stereo”, en el que se invitó a seis duplas de creadores, un artista visual/cineasta y un músico, para crear una obra que reflejase ese diálogo entre el sonido y la imagen. También resultado de contrastes es el film Untitled, del artista plástico João Onofre, que contrapone una belleza profundamente cuidada como componente visual con la voz cavernosa y decadente del músico Adolfo Luxúria Canibal. Hay aquí algo de hitchcockiano, con la despampanante y gélida rubia envuelta en un misterio perturbados. En cuanto al joven realizador João Salaviza, muy conocido por recientemente por sus premios en Cannes y, este año, en Berlín, se juntó con el músico Norberto Lobo para realizar Strokkur, un pequeño film que explora el sonido y el paisaje de Islandia, con un componente performativo de Norberto que se armoniza de forma instantánea con la naturaleza hostil y con las imágenes de Salaviza dando una respuesta perfecta y sorprendente al encargo inicial de este proyecto.