Miguel Mariño presenta en esta cuarta edición del (S8) Fomos ficando sós, envolvente incursión en el horizonte que precederá a las performances de Claudio Caldini. Así se mecen las olas en el mar de Mariño.
¿Cuándo y por qué empezaste a trabajar con celuloide? A partir de ahí, ¿cómo empieza a interesarte la parte performativa?
En mi caso, el celuloide y la performance llegaron al mismo tiempo. En 2009 con el colectivo Familia de idiotas no tiene TDT (formado junto a Ana Dominguez y Ángel Rueda) realizamos Deconstrucine. Trabajábamos en dos direcciones básicas en el proyecto: la alteración de todos los elementos de la representación cinematográfica tradicional y la confrontación directa del mundo analógico y el digital. Realizamos una pieza de found footage en Super 8 que proyectábamos sobre el público, capturábamos la imagen en video y la proyectábamos en tiempo real sobre unas pantallas gigantes. En el caso del celuloide, la convivencia de los dos formatos en el proyecto hizo para mi más patente la importancia de la materialidad del celuloide frente a la irrealidad del digital en ese tipo de acciones performativas. No puedes identificar ni asociar la imagen digital con ningún material que la produzca, porque sencillamente no existe, es un proceso virtual. Es evidente que la performance necesita de un cuerpo para llevarse a cabo, y en este caso ese cuerpo es el celuloide.
¿Cómo surge la idea de Fomos ficando sós? ¿Qué va primero, la referencia literaria que se traduce en imágenes, o las imágenes que evocan la literatura?
Fomos ficando sós parte de un hallazgo fortuito. Estaba revisando la videodocumentación de las pruebas de proyección de otro proyecto, cuando entre ellas apareció una imagen que me recordó a la linea del horizonte marino. Me puse a trabajar de nuevo con esa imagen como punto de partida. No soy consciente de en qué momento asocié la parte visual a los versos de Manuel Antonio, no estaba buscando tampoco ninguna otra referencia, fue un proceso natural. A medida que la pieza evolucionaba los versos iban cobrando más importancia y trascendencia, describen la sensación visual, pero también se refieren al contexto, que era una de las cosas que me interesaba resaltar.
Hablas, en la descripción de Fomos ficando sós, de mar, y de un mar de cine. ¿Cuál es la relación para ti de esos dos elementos? ¿Qué buscas aprehender a través del cine?
Para mi, la contemplación del mar siempre ha sido un acto de disfrute íntimo, al igual que el cine. Un lugar donde uno va a encontrarse consigo mismo o a evadirse totalmente. Depende de tu estado de ánimo y de lo que busques en cada momento. La narrativa de la performance fílmica, si es que la hay, y del cine expandido en general debería tender a ofrecerle al público un espacio de libertad sensorial y perceptiva en el que poder construir su propio relato. Creo que el mar de Fomos ficando sós es lo suficientemente abierto y sin orillas como para ofrecer a quien quiera contemplarlo un camino, o una llegada, un refugio o una huida.
¿Cuáles dirías que son tus referentes? (no necesariamente del experimental, ni del cine: también música, libros, etc).
La estética del loop es un tema que me ha interesado desde que he empezado a trabajar en el audiovisual desde la perspectiva del directo. Las pequeñas modificaciones dentro la repetición de un mismo esquema y la (de)construcción del discurso. Me gusta mucho la evolución compositiva de las obras de Steve Reich. El movimiento óptico conseguido en las transformaciones metamórficas de M.C. Escher; y el diálogo provocado que se establece entre espectador y obra en la serie Desplazamientos de Julio Le Parc. Dentro del cine expandido me encuentro mas identificado con la corriente británica de la Filmaktion de Malcom Le Grice, Annabel Nicolson y William Raban.