DIDÁCTICA
CONFERENCIA ILUSTRADA DE JEAN-CLAUDE ROUSSEAU
Sábado 29 de mayo | 18:00 h | Filmoteca de Galicia | Reserva aquí tu entrada gratuíta
«Cámara, magnetófono, alejadme de la inteligencia que lo complica todo». Esta Nota sobre el cinematógrafo de Robert Bresson orienta uno de los principales vectores que cruzan esta conferencia, una suerte de carta blanca dedicada al cineasta Jean-Claude Rousseau, quien antes de filmar la primera de sus películas en super 8, Jeune femme à sa fenêtre lisant une lettre, fue testigo privilegiado de algunas de las grandes coyunturas del cine de vanguardia, tanto en el Nueva York de finales de los años 70 como en el París de comienzos de los 80. Las películas de esta sesión están atravesadas por lo experiencial: no tanto por los fenómenos probados o comprobados, examinados o demostrados, como por los vividos y sentidos, conocidos a través de la experiencia. Esquivar lo superfluo de las categorizaciones del cine, reconciliar las relaciones en apariencia irreconciliables sólo porque resulten demasiado lejanas: en eso consiste un programa de afinidades. Correspondencias inesperadas que se propagan a través de manifestaciones y conmociones, acciones temporales y propulsiones, estados corporales y, sobre todo, movimientos, en su gran variedad de formas.
Francisco Algarín Navarro y Carlos Saldaña
LA CHAMBRE | Chantal Akerman, Bélgica, 1972, 16mm, 11 min.
Tres panorámicas de 360º recorren una habitación. Frente a la sucesión de naturalezas muertas, los gestos y posturas de una mujer recostada en la cama varían con cada rotación al confluir con la velocidad de la toma única. La primera vez mira inmóvil a cámara. La segunda, aparece tumbada. En la tercera vuelta, muerde una manzana.
STANDARD TIME | Michael Snow, Canadá, 1967, 16mm, 8 min.
Los incesantes giros de la cámara horizontales o verticales por un apartamento sitúan el movimiento físico y vital como condición de la percepción espacio-temporal. Una mujer y un gato, muebles y objetos, ondas sonoras y voces incorpóreas que entremezclan comentario y conversación: los impulsos de las panorámicas repetidas, así como las detenciones antes del corte no sólo inducen a cada momento una revelación, sino que socavan toda posible objetividad de la experiencia de la visión y la escucha.
CÉSARÉE | Marguerite Duras, Francia, 1979, 35mm, 11 min.
Los jeroglíficos del obelisco de la Concordia, el arco triunfal del Carrusel rodeado de andamios, las estatuas de Maillol en el Jardín de las Tullerías. De la sedosa alternancia de planos fijos y travellings sosegados brota un poema musical, voz de un recuerdo histórico: el de Berenice, la reina de los judíos, y el de Cesarea, antigua ciudad palestina destruida, de la que sólo ha quedado prácticamente su nombre.
SURFACE TENSION | Hollis Frampton, Estados Unidos, 1968, 16mm, 9 min.
Tres secuencias y dos sonidos: la voz inaudible de un hombre y sus movimientos acelerados, un reloj digital, un teléfono sonando 37 veces; un vertiginoso travelling atravesando el Brooklyn Bridge y una prosaica voz en off realizando una descripción en alemán; un pez desplazándose lentamente en un acuario al borde del mar y algunas palabras inscritas en la pantalla. Limitando los elementos, la película como bloque induce las resonancias.
FILM SANS CAMÉRA STST | Giovanni Martedi, Francia, 1975, 16mm, 6 min.
Las películas hechas sin cámara no sólo exploran los ritmos musicales: estudiando las variaciones mínimas del flujo luminoso los movimientos, de tan monótonos, pueden aparentar inmovilidad. La forma de la película (¡arte povera!) es la de la propia estructura perceptiva.
TARIS, ROI DE L’EAU | Jean Vigo, Francia, 1931, 35mm, 10 min.
Tomas diferentes de una misma posición corporal, tomas cortas desde distintos ángulos, tomas aéreas y sumergidas, primeros planos disruptivos, movimientos invertidos, aceleraciones y ralentís, asincronía entre imágenes y sonidos, separación de la acción del entorno. El estudio de las técnicas de natación de Jean Taris (giros, brazadas, respiración) se corresponde con el estudio de las técnicas del cine. El agua media el espacio entre la cámara y el cuerpo, reduce la altura y el ancho, realza el volumen y absorbe y refleja la luz. Desconectada del mundo real, la profundidad submarina es espacio privado y transformador.