LO PEQUEÑO ES BELLO

Jun 3, 2021 | Artículos, Destacados

David Sherman e Rebecca Barten

Ofrecemos a continuación un texto de los primeros en usar el término “microcine”, los fundadores del Total Mobile Home microCINEMA, que funcionó en San Francisco entre 1994 y 1998. Un aperitivo para nuestro encuentro “Micro is Big”, donde reuniremos a los cabecillas de algunas de nuestras salas de cine predilectas. 

Después de leer el X-Factor Manifesto, empecé a escribir una recapitulación encendida y solidaria del “estado de la cuestión”. Pero decidí que, en realidad, eso sería una reiteración juvenil de muchas ideas que ya estaban allí muy bien planteadas. En lugar de eso, hablaré aquí en detalle del proyecto curatorial que inicié para materializar un conjunto de preocupaciones que se relacionan con la esencia de ese manifiesto en sus motivaciones. 

Soy cineasta experimental y tengo 30 años. Mi primer recuerdo político es la dimisión de Nixon y me hice mayor durante los tiempos de Reagan y Bush. No es de extrañar, pues, que no haya tenido un colchón de apoyo financiero para mi desarrollo artístico. ¡Lo que no se tiene no se puede perder! Como cineasta o videasta experimental, uno siempre tiene que lidiar con la frustración que viene de la inmaterialidad literal y cultural del medio. Este medio no puede existir como objeto; el cine y el vídeo necesitan un lugar para activarse. Un lugar es el contexto en el que la deseada unión entre público y realizador se materializa durante un momento. La creación de “lugares” vitales de presentación, recepción y diálogo permite que los artistas crezcan y que se cree comunidad. 

Durante los dos últimos años, Rebecca Barten y yo hemos sacado adelante un pequeño cine de 25 localidades en un sótano, llamado Total Mobile Home microCINEMA. Este proyecto empezó con el deseo de crear un lugar íntimo para los cineastas. Ambos veíamos la intimidad como algo inherente a nuestro medio y esperábamos que creando un ambiente muy específico, una serie de obras exigentes pudieran verse en un contexto no institucional aunque con criterio. Muy rápidamente “funcionó”. Tras 120 proyecciones, con públicos de entre una y 35 personas, estamos seguros de que la financiación no es necesaria para la escala particular de lo que creemos es un “éxito significativo”. El ambiente que hemos creado permite el diálogo y el debate en torno a trabajos que van desde las siete horas de Our Hitler hasta las primeras bobinas de super 8 de jóvenes cineastas. A menudo las proyecciones funcionan casi como seminarios donde se difunde información aunque la “autoridad”, dependiendo de la composición circunstancial del público que haya, cambia constantemente. Por supuesto, nuestro proyecto tiene modelos históricos, desde cineclubs como los Surrealists o cooperativas como las del movimiento del New American Cinema en los sesenta, hasta proyecciones domésticas espontáneas. Quizás es esta clase de reuniones las que han nutrido la actividad artística y han mantenido la esperanza viva en tiempos de apatía cultural. 

En vez de preocuparnos por entrar en contradicciones ideológicas para conseguir un quimérico apoyo institucional, empleamos nuestro precioso tiempo simplemente en mantener nuestro espacio en funcionamiento. En vez de apoyo oficial, hemos recibido una serie de regalos personales: un proyector de vídeo obsoleto, equipo de 16mm, equipamiento de sonido, equipos de iluminación, un jardín trasero y hasta un armonio, todas donaciones de gente contenta de ver que se les da uso a las cosas. Fuera de la financiación del sistema somos maravillosamente libres. Solo programamos las cosas que nos interesan; nuestra línea responde al riguroso enfoque de “a donde nuestra curiosidad nos lleve”. Nuestro proyecto nos ha puesto en contacto con artistas y con otros espacios pequeños de todo el mundo. Para nuestra satisfacción, vemos que hay una serie de espacios que están programando cine experimental a una escala pequeña aunque exigente, con poca o ninguna financiación. Entre espacios afines como el Orgone Cinema en Pittsburgh; Inst’tute en Austin; Theatre Kino en Sapporo; Edison Electric en Vancouver; Other Cinema en San Francisco; Scratch en Paris; y el Exploding Cinema en Londres, hay consenso en que nuestro público tiene ganas de intimidad. 

Nuestro público es una selección multigeneracional que va desde gente muy joven que está acostumbrada a espacios en sótanos hasta gente muy vieja y consolidada (por ejemplo Sidney Peterson, quien a sus 92 años estaba muy contento de tener un “salón”). Este impulso de buscar y experimentar una alternativa da como resultado un grupo de gente que (por lo general), no quiere ser entretenida ciegamente. Eso no quiere decir que “si lo haces ya vendrán”; todos asumimos algún fracaso TOTAL de vez en cuando. 

Personalmente, lo que ha sido esencial para mí es mi propia participación en muchas líneas de trabajo dentro de contextos diferentes aunque complementarios. Todo lo que hago, trabajar como distribuidor de cine experimental, dar clases, gestionar un cine y hacer mis propias películas, conduce a una aterradora reverberación cruzada. Las conexiones generadas gracias a trabajar en contextos múltiples propulsan al artista a nuevas situaciones en las que se le llama para asesorar y dirigir recursos culturales. Los cineastas experimentales que trabajan en instituciones artísticas, la industria o las copisterías DEBEN aprovechar lo que tienen, usar todos sus recursos e inyectar complejidad a los productos de su trabajo. Sobre todo los artistas no deben desmoralizarse por ser “poca cosa”; las semillas pequeñas CRECEN pero pensar que por fuerza

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