Hablamos con Tomás Rautenstrauch, director de la Filmoteca Narcisa Hirsch, sobre el reciente proceso de preservación y descubrimiento de las películas de esta cineasta libre y vital.
Ahora mismo estás muy dedicado al trabajo de la filmoteca Narcisa Hirsch, ¿cuál es tu relación personal con su trabajo?
Yo siempre estuve involucrado con su trabajo, porque además de ser el director de la filmoteca Narcisa Hirsch, soy su nieto. Yo iba a los rodajes de Narcisa, que eran ella con una cámara y algún amigo que filmaba, estaba ahí desde mi infancia, siempre me llevaba. Estuve presente en las filmaciones de muchas de las películas que vamos a ver en este festival. Y luego estuve muy influenciado también por su forma de mirar el mundo, y en algún momento empecé a estudiar cine, y luego me fui de la Argentina y trabajé en producción de cine y televisión más tradicional. Cuando eso terminó volví a la Argentina y a mis orígenes, un cine más artístico, más libre. Y allí fue cuando empezamos a pensar conjuntamente con Narcisa, más bien Narcisa conjuntamente conmigo, qué es lo que iba a suceder con sus películas. Ella no quería que sus películas físicas quedaran distribuidas un poquito aquí, un poquito allá, entonces armamos esta fundación, un espacio físico donde sus películas se puedan conservar de la mejor manera posible. Luego ella obtuvo un premio, que donó para poder construir la sala de guarda y la biblioteca de la Filmoteca Narcisa Hirsch. Ya hacia el final, me dieron una beca para escanear todas estas películas en EE.UU., en los Ángeles, en un laboratorio fantástico. Y gracias a eso podemos ver hoy las películas en la calidad en la que las vemos, y descubrir las películas «nuevas»que están apareciendo.
¿Hubo un momento fundacional de la Filmoteca?
No hubo un momento fundacional, hubo varios, porque la idea fue avanzando y a su vez retrocediendo al mismo tiempo. Primero apareció una institución en EE.UU., pero ella quería que sus películas quedaran físicamente en Argentina. Luego apareció una fundación en Buenos Aires que estaba dispuesta a tomar las películas, pero eso tampoco funcionó porque era gente que no sabía de cine ni de cine experimental. Y luego apareció la idea de que Narcisa donase las películas al Museo del Cine en Buenos Aires. Pero eso tampoco era lo ideal, porque a pesar de que es una institución que funciona bastante bien, y la directora del museo hace lo imposible para que así sea, es una institución que depende del beneplácito de la administración de turno, con lo cual a veces hay dinero y a veces no, y, Narcisa temía por la continuidad de eso en el tiempo. Narcisa tenía un departamento muy pequeño que alquilaba para tener una pequeña renta. Lo desalquiló y ahí armamos la biblioteca, lo que era el dormitorio se transformó en una sala de guarda, y el living se transformó en una biblioteca, sala de proyecciones y lugar de trabajo. Y al principio en ese proceso de ideas que iban y venían, primero hubo un pequeño grupo con el cual nos reuníamos con Narcisa a ver películas, donde estaba Cecilia Barrionuevo y Federico Windhausen, Rubén Guzmán, Daniela Mutis, que también fue bastante importante porque fue la asistente de Narcisa en los últimos años, Pablo Marín y Pablo Mazzolo. Ese era el grupo más o menos del cine experimental que fue acompañando a Narcisa y fue el primer grupo que estuvo involucrado en la Filmoteca con una idea amorfa de lo que iba a ser, porque al principio iba a ser un lugar para dar talleres o clases y después por sí solo fue encontrando su propia dirección. El grupo se fue dispersando, pero la Filmoteca es un lugar físico que requiere un cuidado y una presencia física en Buenos Aires. Así que finalmente quedé yo a cargo de la Filmoteca y ahora también está Lucía Ciruelos, que nos acompañó en el último año y medio haciendo la parte archivística y de restauración.
El trabajo de la filmoteca ha implicado también que salgan a la luz trabajos de Narcisa que en principio no estaban pensados para su exhibición pública y que finalmente han terminado mostrándose. ¿Nos puedes contar sobre ese proceso de decidir escanear ciertos materiales y mostrarlos también como películas?
Sí, eso fue también un proceso que tuvo su propia voluntad, porque las películas de Narcisa estuvieron muy mal conservadas. Ella guardaba sus películas en un armario de madera en su casa, que no era el mejor lugar para guardarlas. Estuvieron ahí durante 40 años siguiendo las temperaturas de los calores altos de los veranos de Buenos Aires y los fríos del invierno, etc. Además la mayoría de las películas de Narcisa están en copias únicas. Hay copias que ella usaba para hacer versiones de montaje diferentes, pero las películas que ella proyectaba eran básicamente una copia, con lo cual estaban en la gran mayoría muy frágiles. Cuando armamos la filmoteca y estamos haciendo un inventario para llevar las películas de su taller a este departamento, decidimos no proyectar más el fílmico. Pero para hacer eso teníamos que escanearlo para que hubiera una buena copia. Y al mismo tiempo, yo decido empezar a verlo todo para ver lo que había, todo, los rollitos separados, los descartes, las diferentes versiones de las películas. Narcisa estaba viviendo en Bariloche y cuando venía a Buenos Aires hacíamos sesiones, a veces estaba también Daniela Mutis, y tomábamos notas. Y hubo dos situaciones. Una situación importante fue que en el tiempo que estábamos mirando esas películas, también estábamos buscando laboratorios a donde escanearlas. Es un trabajo caro, hay un laboratorio que es bastante bueno pero es muy artesanal. Y apareció una profesora una universidad en los Ángeles que estaba haciendo una investigación sobre las películas de Narcisa, Erin Graff Zivin, y quiso ver lo que no estaba digitalizado en el momento en que habíamos decidido no mostrarlo, pero bueno, insistió y había venido a EE.UU. así que fuimos al taller de Narcisa y vimos cosas de esa lista que yo tenía para ver con Narcisa, Narcisa en ese momento estaba en Bariloche, así que agarramos tres o cuatro rollos y los proyectamos. Yo no había visto nunca esas películas, y ella tampoco obviamente, pero los dos dijimos «esto la verdad que tiene que ser escaneado, tenemos que ponerlas en distribución». Y eso fue el comienzo de largos meses de conversaciones, emails y WhatsApp entre Erin que estaba en los Ángeles y yo que estaba en Buenos Aires, para ver cómo lo podíamos hacer. Después esa beca se fue expandiendo para poder incluir otras cosas. En esos meses de negociaciones, Narcisa venía a Buenos Aires y veíamos las películas. Y yo iba anotando las películas que me parecían interesantes que no estaban digitalizadas, las que estaban digitalizadas que Narcisa distribuía, esas eran las obvias, las que se iban a re-escanear en una calidad mejor. Pero después había una gran cantidad de películas de las que Narcisa decía siempre «eso no es nada, eso no tiene ningún valor, eso a nadie le interesa, eso lo hice yo para mis amigos», así como descartándolo absolutamente. Yo no le hice caso y las escaneamos igual. Luego había una cantidad de películas que tenían ciertos errores en la producción, porque son películas hechas muy artesanalmente. Por ejemplo, la película Seguro que Bach cerraba la puerta… que se proyectó el año pasado en el (S8), tenía problemas en la banda sonora y a algunas de las mujeres no se las escuchaba, con lo cual Narcisa no la proyectaba porque primero que decía que a nadie le iba a interesar, y segundo que tenía problemas de sonido, pero esos problemas en el digital se solucionan muy fácilmente. Y efectivamente es una película muy potente que tuvo muchísima distribución. Luego había una serie de películas que vamos a ver hoy en el tercer programa del (S8), que son las cartas. De las que ella decía «bueno, eso es algo que yo hice para Rafael, es un regalo de cumpleaños para mi hija Andrea», etc. Hay una de las películas de Rafael que es un regalo de cumpleaños para él, luego hay una carta para su hija Andrea, y eran cosas a las que Narcisa no le veía el valor para un público que no fuese Rafael o Andrea. Las películas de Rafael, una vez que fueron escaneadas, las vimos juntos. Narcisa las quería ver antes de que fuesen distribuidas y las vimos juntos en Bariloche Narcisa, Rafael y yo. Ella quería refrescar la memoria de lo que se decía en esas cine-cartas, y al final dijo «bueno, está bien, están ok para ser distribuidas». Obviamente Rafael también estaba muy conmovido con eso y las quiso ver. Y todavía tenemos que hacer una sesión porque siguen apareciendo películas con Rafael, hechas con él. Y luego hay una cantidad de películas que realmente yo tampoco les veía el valor, pero los festivales en general piden otro tipo de imágenes, para catálogos, para hacer un trailer, para lo que sea. Entonces decidí incluir en todo ese paquete de escaneos rollitos que eran descartes, que me parecía que eran interesantes para estas situaciones. Y milagrosamente, se han programado. En este festival se programan películas que se van a mostrar por primera vez de estos diarios o estos rollos que eran descartes, o estos rollos que no habían sido mostrados. Así que para mí es muy interesante como la vida de esos rollitos se está imponiendo.
Con respecto a toda esta parte del cine de Narcisa que no conocíamos, me gustaría saber cuál es tu favorita dentro de esos nuevos descubrimientos y por qué.
Tengo que decir que sigo encontrando rollitos. Seguro que Bach cerraba la puerta… es una película que me parece maravillosa y que se está transformando en una de las películas más importantes de la cinematografía de Narcisa. Eso es muy increíble. Y luego hay una que es Orfeo y Eurídice, que es una película que a mí me emociona mucho. Y hay otra película que es la carta Rafael del 84. Esas son las tres películas que más me conmueven de las que se escanearon ahora.
¿Y cómo se relacionaba ella, como mostrar todo ese material que para ella no formaba parte como de su obra como tal?
Como digo, no había una relación demasiado afectiva. Ella decía «bueno, esto no tiene valor, esto a nadie le va a interesar». Y luego se sorprendió sobre todo por Seguro que Bach cerraba la puerta… empezaba a circular por festivales. Estaba más bien sorprendida, era como una sorpresa, una curiosidad porque eso suceda. Pero tengo que decir que en el último año Narcisa obviamente tenía un interés por lo que sucedía con sus películas y preguntaba cómo había sido y dónde se habían proyectado. Preguntaba por Ángel y Ana que los conocía cuando se proyectó Seguro que Bach… el año pasado en el (S8). Pero por otro lado también tenía mucho desapego por su propio éxito. En un momento Erin Graff Zivin, hace dos años, le pregunta por el éxito que estaban teniendo sus películas y la respuesta fue que primero el éxito había llegado demasiado tarde y segundo que ella nunca había perseguido ese éxito en sus películas porque si no hubiese hecho otro tipo de cine. Y eso me parece también muy importante, que ella hizo un cine absolutamente libre y esa libertad también estaba ligada a la no búsqueda de un éxito en todo sentido.
En el festival abrimos el ciclo con una película que está filmada por ti y por ella, que es Pradera. ¿Nos puedes contar dónde fue filmada esa película, cómo surge esa idea?
Sí, esa película tiene dos padres. Un padre es una imagen que está refilmada, que es la imagen de esos pastitos, porque ella tenía en Bariloche un gran espacio y decidió hacer una plantación de avena y de diferentes tipos de pastos, porque en el verano es famoso el viento patagónico, y a ella le gustaba mucho ese viento que hacía bailar a los pastos, le gustaba mucho ese movimiento. Y siempre me pidió filmarlos, simplemente tener un registro de ese baile, entonces yo durante varios veranos filmé eso con una cámara de vídeo. Pero nunca hicimos nada. Hasta que en algún momento apareció Azucena Losana, que trabajaba en un laboratorio de super 8 en Buenos Aires que se llama Arcoíris. Y Arcoíris tiene, o tenía en ese momento, un pequeño concurso que se llama «Toma única», en el que regalaban un rollito de super 8 para que uno haga una película sin montaje, simplemente con lo que se filmaba en la cámara. Entonces nos dio un rollito a Narcisa y a mí para que codirijamos una película. Y bueno, hicimos esa película de 3 minutos. El resultado final fue proyectado una sola vez, y luego muchos años después en el (S8) el otro día. La sala que aparece es el taller de Narcisa, donde guardaba las películas, y donde, cuando venía de Bariloche a Buenos Aires, nos juntábamos el grupo del cual hablaba antes. Era su casa, nos juntábamos a cenar con un grupo de cineastas, y luego de cenar subíamos al taller a ver películas. A veces eran películas que traían amigos que venían de viaje, a veces eran cineastas que estaban de visita y proyectaban sus películas. Otras veces eran las películas de Narcisa, de su colección, cuando se abrían esas famosas puertas del ropero que estaban en ese taller. Se ve la propia pantalla, que caía frente a la biblioteca de cine, y se le ve a Narcisa sentándose. Esa película me gusta mucho porque se la ve a Narcisa sentada en el lugar donde ella se sentaba para ver esas proyecciones. Después de las proyecciones, bajábamos de vuelta a la cocina a tomar un helado y hablar sobre lo que habíamos visto. Esas eran nuestras reuniones. El helado era muy importante.
Hay varias cosas. Es Narcisa entregándome el rollo y la cámara. Y después está la refilmación, haciendo un eco a lo que ella siempre hacía de hacer refilmaciones. Y también hay un eco del zoom de las películas de Narcisa, hay un zoom que termina en esos pastitos que son como una nada.