SINAIS LATINOAMÉRICA

Sala (S8) Palexco | Sábado 7 de junio | 13:00 horas | Entrada libre a todas las sedes hasta completar aforo. No será posible acceder a las salas una vez empezada la proyección.

Bisagras
Luis Arnías | 2024 | Estados Unidos, Senegal, Brasil | 16 mm | 15 min 30 s

Una película que explora la persistencia, aquí y donde sea, de la conciencia negra. Encontrando una conexión entre la emulsión de la película y mi piel, Bisagras relata mi experiencia como persona de ascendencia afrocaribeña durante una visita a la Casa de los Esclavos, en la isla de Gorea, Senegal, y al puerto de Salvador de Bahía, Brasil. En estos lugares, me atrevo a imaginar la historia del viaje de mis ancestros, esclavos africanos, a América y a trazar una línea que pasa a través de mí. (Luis Arnías)

Por dentro somos color 
Elena Pardo | 2024 | México | 16 mm | 12 min

En Santa María Tlahuitoltepec, Oaxaca, la organización de mujeres Poj Kääj sostiene un herbario comunitario. Los recorridos en busca de plantas son una manera de compartir conocimiento con parteras, sanadoras y xëmaapyë. En Teotitlán del Valle la familia Ruiz hace su propio trayecto en busca de colores, que encuentran al interior de plantas e insectos y usan para teñir la lana con la que tejen tapetes. Ambas prácticas implican recorrer el territorio, reconocerlo, nombrarlo y relacionarse con todo lo que hay en él. Esta película hace un recorrido en el que se entretejen ambos poderes de las plantas: curar y dar color. (Elena Pardo)

Electuario: plantas para el duelo
Marcela Cuevas | 2024 | México | Super 8 mm a digital | 4 min

Cinepoema sobre el duelo matrilineal, compuesto por elementos autobiográficos y alquímicos desde la teoría de la palingenesia de Paracelso. Realizado en formatos de Super 8 y digital, intervenidos mediante diversas técnicas, incluida la pigmentación con sangre menstrual. (Marcela Cuevas)

p u r o a n d a r
Luciana Decker | 2025 | Bolivia, Estados Unidos | 16 mm | 12 min

La artista y cineasta boliviana Luciana Decker Orozco indaga en actos ancestrales y esenciales: comer, masticar y digerir. Su sugerente celuloide se cuela por bocas, intestinos y entrañas, así como por experimentos en las catacumbas del ser humano y la Tierra. (Miquel Martí Freixas)

lessons on flight
Cecilia Araneda | 2024 | Chile | 16 mm | 4 min 27 s

Filmada en película en blanco y negro de 16 mm, procesada ecológicamente con aceitunas y coloreada a mano en una zona rural de Chile, lessons on flight examina los patrones de vuelo del colibrí corona de fuego de espalda verde. (Cecilia Araneda)

A desalambrar 
Martín Baus | 2024 | Chile | 8 mm | 14 min

Las voces y ritmos de la revolución agraria chilena agitan la tierra, revolviendo sedimentos y excavando en las capas geomorfológicas de la historia. Película realizada a partir de la expropiación de paisajes fílmicos industriales en 35 mm, reducidos manualmente a 8 mm, a materia prima, abstracción utópica. (Martín Baus)

Marrona Libre
Natali Mamani & Rodrigo Sousa | 2024 | Brasil | Super 8 mm, 16 mm, digital | 3 min 32 s

Marrona Libre (Brisa Flow y Abi Llanque) l Beat Suntizil l Letra de Brisa Flow y Abi Llanque l Álbum Janequeo

Videoclip de Marrona Libre, de la artista Brisa Flow, de origen mapuche y residente en Brasil. Grabado en Super 8, 16 mm y digital, filmado en espacios importantes para la comunidad andina, aimara y quechua en la ciudad de São Paulo, Brasil. Participan en el videoclip hijes de migrantes andines, en momentos de celebración de las fiestas bolivianas. (Natali Mamani)

SINAIS LATINOAMÉRICA

CANCIONES DE TIERRA: NADIE PUEDE MORIR

La tierra nos traza y nosotros también a ella. La tierra recuerda y nosotros con ella. Volcándonos como lava sobre lo primordial porque ahí es donde sentimos calor, un calor de las entrañas que nos acerca a la vida y a la transformación, a ciclos de luz y oscuridad, de muerte. La tierra es lucha, es memoria, es raíz, es origen y fin, es sagrada, es mitología, es augurio, es sueño, es movimiento, es fertilidad, es de donde venimos y no tiene fronteras. Un jardín de películas constituye la selección de este año del Sinais Latinoamérica, películas que se siembran y germinan, que son canciones personales, históricas, disruptivas, amorosas, homenajes, y que reúnen voces sísmicas para sacudir imaginarios extractivos. 

Las bisagras unen y permiten el movimiento, pueden ser ejes o punto de encuentro. En su película Bisagras, Luis Arnías compone un poema, un canto a sus ancestros, una oración que vibra en el territorio y los cuerpos que lo habitan. Filmado en un blanco y negro que recorre el positivo y el negativo para invocar múltiples dimensiones, navegamos las imágenes como en un mito, rozando la propia piel del que sostiene la cámara. La película fue filmada en la Casa de los Esclavos, en la isla de Gorea, en Senegal, lugar emblemático que fue establecido como una casa-monumento sobre la trata de esclavos en el océano Atlántico; y en Salvador de Bahía, en Brasil, recorriendo el camino de la esclavitud, observando unas manos, rostros, gestos que son archivos del tiempo y de la tierra, de cuerpos compuestos por muchos cuerpos atemporales y espíritus, del pasado, del futuro y del presente. Hijes del océano Atlántico, océano cuyo sonido carga un llanto, una génesis compartida; el mar es una bisagra entre Senegal y Salvador de Bahía, las aguas que lo recuerdan todo y se tragan todo. Los cuerpos en un claroscuro se mecen en la marea, saltan repetidamente con ansias de libertad detrás de unas rejas y danzan tomados de las manos. Las direcciones se interpolan, la linealidad del tiempo y el horizonte se suspende. Como en el extenso poema Zong!, de M. NourbeSe Philip, la masacre cobra justicia cuando se invocan los espíritus que la colonización deshumaniza pero que siguen viviendo, habitando cuerpos presentes, sonando y brillando con múltiples colores.

La memoria, los conocimientos ancestrales, el sentipensar de la tierra se median con la comunidad, sobre todo con aquellas que resisten a pesar de los años aniquiladores. Elena Pardo desenvuelve y extiende un textil-película que entreteje un proceso de conocimientos profundos del poder sanador y de la extracción de colores de diversas plantas, acompañada generosamente por la familia Ruiz en Teotitlán del Valle. El retrato condensa una relación amorosa y de respeto por la acción de compartir dichos conocimientos, con un ritmo que intensifica la alquimia del proceso y la dulzura de las personas que vemos cómo desde su cuerpo los practican, con risas y voces llenas de vida. Por dentro somos color refleja con calidez una relación predominantemente matriarcal con las plantas, la tierra y el tejido, que resiste con ternura. La lana se transmuta en vísceras, en entrañas, que nos llevan a tocarnos las nuestras; nuestro cuerpo interior se activa con las voces que reconocen cada árbol y planta a su alrededor y que con generosidad nos entregan una ramita para sentirla, frotarla y sentir su olor. 

En una esquina del jardín se enterraron las cenizas de la madre de Marcela Cuevas y ella decide hacer un Electuario: plantas para el duelo como un trabajo con la materia del cine que encuentra un potencial de medicina, de catarsis matérica y corporal. Basada en la palingenesia de Paracelso, la voz de Marcela nos abre un mundo fantástico en el que la fuerza espectral de los seres vivos se entrecruza con la experiencia afectiva de un duelo tan cercano. Como un sentimiento que resulta indescriptible e inexplicable, nos interpela en aquella dimensión esencial que conocemos muy bien, pero que sobrepasa todo tipo de racionalidad lingüística. La imagen analógica se ensalza en su materialidad orgánica y nos sumerge en la tensión del potencial de desaparición que tiene el celuloide al ser intervenido y que, a su vez, toca aquella llaga de nuestro propio potencial de desaparición. En la alquimia de Paracelso, los seres tienen el potencial de retornar a la vida, y esta es una posibilidad que la fantasmagoría del cine podría recobrar, sobre todo cuando explora los brotes anímicos y se aleja de lo representativo.

Abro al azar el capítulo «Puro andar» de El pez de oro, de Gamaliel Churata, y me encuentro con los pasos del esqueleto fosilizado en la caverna Saj… Saj… Saj…, el Saj que invoca Luciana Decker en su película p u r o a n d a r, pasos con los que nos movemos hacia las entrañas de la tierra. Un amanecer tembloroso nos genera el suspenso con certeza de que en la ciudad no solo habitamos lo que vemos, sino que hay muchas fuerzas espectrales, y no solo en la ciudad, sino en todo lado. Mujeres de diferentes edades comen juntas habas, choclo, queso, guisos, sopa, comida casera y que ha sido cocinada con frutos de la tierra, momento en el que el acto de masticar y de digerir se convierte en un ritual, en un viaje hacia las tripas, donde rugen sonidos ininteligibles pero que no dejan de ser llamados de un más acá que es más allá. Descendemos a la caverna y nos perdemos en la oscuridad de lo sensorial, de lo infinito y fosilizado, de los ciclos de la tierra que se acumulan y condensan, que están aquí para transportarnos temporalmente a un nosotres expandido. La cámara desciende y asciende, y nos retorna a la urbe, al goce colectivo cotidiano del reguetón y el sudor. La circularidad de prácticas cotidianas vitales como el comer se convierte en conjuros que nos recuerdan de dónde venimos y hacia dónde vamos. 

La aparición de un picaflor es un augurio, es un mensaje de un alma que ya no está físicamente con nosotres. Con un inicio que se asemeja a las investigaciones del movimiento de Muybridge, Cecilia Araneda, en su película lessons on flight, homenajea al picaflor como ave mítica, y con un ritmo único que convierte el material fílmico en un paisaje profundo, sobre el cual la huella espectral del picaflor danza con mayor cadencia. La materialidad pictórica en la película nos sitúa en una visión microscópica y matérica del interior de una planta, o tal vez en una dimensión anímica. La película surge desde la experiencia personal de la artista, al observar la casa de sus abuelos en Chile, experimentando un duelo por el exilio y por el pasar de los años. Los movimientos, ligeros y con las múltiples direcciones posibles, componen un homenaje conmovedor a la belleza y sabiduría de un ser que habita esta tierra volando, vibrando espiritualmente con el revoloteo de sus alas, que sobrevuela duelos y tragedias; convocando un sonido esperanzador que resuena sobre todo desde el interior.

El mensaje en A desalambrar, de Martín Baus, es el verbo o consigna de oír. «La tierra es de quien la trabaja» y el camino de la lucha siempre es complejo, ante «fuerzas que operan en la penumbra». La abstracción de la película expropiada, que manualmente se adaptó del 35 mm al 8 mm, nos sitúa en ese lugar de la penumbra que provoca un doble sentido: uno cálido, como un atardecer infinito, y también otro que es como un final apocalíptico o utópico. Una visión colectiva que traspasa el horizonte ya conocido. A pesar de las décadas de distancia entre los materiales de archivo sonoros que componen la película y la música emblemática de las luchas por la tierra, la abstracción de la imagen nos sitúa en un no-tiempo que nos recuerda que el statu quo sigue siendo el mismo. Nos sumergimos en la tierra para cubrir nuestros ojos y dejar de mirar un rato. Nos sumergimos en la tierra y escuchamos los pasos, el trabajo y la protesta de quien la trabajó y trabaja. Los testimonios cobran un presente que, junto con los símbolos representativos de movimientos revolucionarios campesinos, nos interpela, y la consigna no solo es oír, sino también no olvidar: recordar. El único cuerpo aparece fugazmente entre el material fílmico deconstruido, unas piernas que finalmente se alzan y andan; un caminar que se une a la lucha. 

Los cuerpos diaspóricos que nacen, se nutren y resisten dentro de Latinoamérica preservan y protegen la memoria de la ancestralidad desde la danza y la música. Brisa Flow y Abi Llanque destraban con sus versos el territorio delimitado por fronteras republicanas, mientras que Natali Mamani y Rodrigo Sousa navegan experiencias colectivas de resistencia y memoria cultural boliviana en Brasil. Abya Yala, ya no Latinoamérica, y mujeres marronas libres que se resisten a la opresión de su cuerpo y de la tierra. El videoclip hace converger formatos y escenarios, en los que nos encontramos con miradas y rostros de generaciones jóvenes con un brillo de fuego que arde. Los colores que se ensalzan con el Super 8 y el 16 mm son los colores que la colonización quiso apagar pero no pudo, ahí y aquí están, recordando y luchando con cada respiro, con cada paso, con cada movimiento y con cada verso. Estos son cantos que se encuentran con un activismo que es espiritual y esencial; se trata de luchar por una existencia libre y digna. La alegría colectiva y la comunidad son el nido que nos prepara para poder volar y llevar mensajes del más allá y el más acá. 

En su poema Fantasmas, Mary Oliver escribió: 

En el libro de la tierra está escrito:

«Nada puede morir».

En el libro de los sioux está escrito:

«Se fueron a la tierra a esconderse.

Nada los hará salir de nuevo,

excepto la gente bailando».

Ivonne Sheen Mogollón