CARLOS CASTILLO

PROGRAMA 2

Sala (S8) Palexco | Sábado 7 de junio | 17:00 horas | Entrada libre a todas las sedes hasta completar aforo. No será posible acceder a las salas una vez empezada la proyección.

Interacción Super 8 Realidad: «Píntate de colores»
Carlos Castillo | 1985 | Venezuela | Performance en Super 8 | Duración variable

El pintor pintado, se podría llamar a esta suerte de juego de espejos que une, desde lo material, la pintura y el cine.

Ciudad vs. Arte
Carlos Castillo | 1981 | Venezuela | Super 8 | 10 min

Y la pintura se desarrolla hasta irrumpir y ser acción protagonista en Ciudad vs. Arte. Acción manual, inédita, efímera convertida en performance. Cambio de papeles: el director es pintor y actor; el cuadro que se pinta sobre el paisaje es protagonista; la mano tantea y elige pinturas que tapan el paisaje y aparece «la obra». El director-pintor deviene destructor-censor al reventar a punta de martillo el vidrio que contiene al cuadro-protagonista y que deja al desnudo un «paisaje natural». Gestos no exentos de ironía. Capas y capas de significados elaborados «a mano» que nos llevan a pensar en ese primer cuadro que salió del marco y reventó el lienzo: Las meninas, de Velázquez. En ambos el espectador es convocado a la elaboración del acertijo, como en El misterio de Picasso, que dirigió Henri-Georges Clouzot. (Ángela Bonadies)

Transformaciones
Carlos Castillo | 1981 | Venezuela | Super 8 | 7 min

Transformaciones es una obra en la cual el autor aborda el tema de la libertad de género. Las imágenes en movimiento y la acción que se sucede permite, a juicio de Castillo, abrir una ventana al libre pensamiento y a la libre interpretación de lo que se ve. «To be or not to be,  that is my film», nos dice el autor. 

Intento de vuelo fallido
Carlos Castillo | 1982 | Venezuela | Super 8 | 21 s

La deconstrucción de los códigos visuales cinematográficos tiene su expresión más aguda en la obra Intento de vuelo fallido de Carlos Castillo, una pequeña «obra maestra» de la contextura experimental del cine Super 8, que no solo excede su medio y formato, así como la narratividad asociada a la «imagen en movimiento», sino que además es efectivamente «invisible», «impresentable». Su realización parece un juego: arrojar una cámara de Super 8 encendida y grabando desde el que era, en ese momento, el edificio más alto de Caracas. La película filma los planos de su propia caída acelerada, una sucesión de planos cromáticos que no es posible identificar ni en términos de lo que en cada uno se «registra» (ventanas, columnas, paredes, cielo o suelo) ni en su propia configuración formal en cuanto imagen (color, composición, formas o figuras). Lo que se percibe y se aprehende es la impotencia de la visión —de la percepción— para distinguir esa movilidad extrema y extenuante, ese vértigo de la «caída libre». Ante la ausencia de visibilidad, esa imagen acciona el cuerpo que cede ante la abrumadora incertidumbre del movimiento. La «imagen en movimiento» en el extremo de su propia cinestesia se hace «invisible» y migra en su posible visualización hacia otros medios: un desplegable que copia cada uno de los cuadros que componen la secuencia móvil, exponiendo de este modo sus propias condiciones materiales de producción como estrategia para hacerse visible. La práctica cinematográfica alude, entonces, explícitamente a su dependencia estratégica con respecto a otros discursos, a otras lógicas, desde los que acontece como visible. (Sandra Pinardi)

Se alquila ciudad
Carlos Castillo | 1983 | Venezuela | Super 8 | 40 min

Con ojo avizor Castillo se sumerge en las amenazas potenciales y materiales que lo rodean. […] En el caso de Se alquila ciudad somos suspendidos en el aire, pero ahora es gracias al silencio profundo de una ciudad vacía, inhóspita, deshabitada. Durante casi tres horas de película, el artista recorre las principales avenidas de la capital en el censo del año 1982. Rincones despoblados, calles afónicas y semáforos inútiles abren el paso a la mirada turbia de un ciudadano perdido que intenta encontrar el norte, metáforas apocalípticas de una desolación que hoy también respira en las dolencias de nuestros espacios urbanos, entornos cedidos por la desidia institucional, la violencia imperante y la inseguridad del día a día. (Lorena González Inneco)

50•90… era jugando
Carlos Castillo | 1990 | Venezuela | 35 mm | 16 min

50•90… era jugando narra la experiencia de una pareja de recién casados que llegan a vivir en una casa heredada por la protagonista. Castillo describe la trama de la siguiente manera: «Una pareja recién casada se establece en una casa heredada de la abuela de ella. Todo es descubrir, disfrutar, vivir felizmente y en armonía. Sin embargo, él descubre que un cuarto cerrado es el escondite secreto de ella. En ese cuarto, ella recuerda su pasado familiar. Él la confronta, le reprocha no formar parte de ese mundo y ni de sus ancestros. Molesto interviene fotografías dañándolas y ridiculizando a los antepasados utilizando sus trajes. La pareja pasa de vivir felizmente a tocar las puertas del infierno».

CARLOS CASTILLO

HECHO EN VENEZUELA

En la labor infinita de descentralizar el canon, incluso un canon ya de por sí periférico como es el del cine experimental, poner en su justo lugar al Super 8 hecho en Venezuela es una tarea incompleta. Dentro de esa galaxia que aún permanece oculta en este lado de la Tierra, Carlos Castillo (Caracas, 1942) es uno de sus más brillantes asteroides. Personalidad de la vanguardia, escultor, diseñador, artista conceptual, performer y cineasta superochero, Castillo tiene una obra rebosante de humor, de ácida crítica, de experimentación formal e inventiva plástica desbordante. Su cine (tanto su actividad como su activismo al respecto) fue uno de los motores de la singular efervescencia artística que se vivió en los años 70 y 80 en Venezuela. Un cine que, como sucede en casos como el argentino, tuvo al Super 8 como formato de confianza e impulsor de una estética propia.

Pero primero dibujemos un telón de fondo para esta historia. En los años 70, la bonanza económica hizo que se acuñara el término «Venezuela Saudita» como expresión de la riqueza petrolera del país y sus consecuencias en los modos de vida de la gente. Una moneda de dos caras, en la que por un lado estaba un consumismo exacerbado y, por el otro, un cosmopolitismo cultural, que trajo consigo un arte que buscó en lo conceptual y en la performance una rebelión contra el capitalismo feroz. No olvidemos, tampoco, que Venezuela fue una de las primeras democracias de Latinoamérica y que en ese momento existía cierta estabilidad política en el país. En 1976 arranca en Caracas el Festival Internacional de Cine de Vanguardia en Super 8, fundado por Julio Neri y Mercedes Márquez, al calor del cual Castillo empezó a hacer películas, para encargarse luego de dirigir el festival. Como explica Pablo Gamba en su artículo «Carlos Castillo y el cine venezolano de vanguardia en Super-8», en él se exhibieron «obras de Stan Brakhage y de la realizadora argentina Narcisa Hirsch, por ejemplo, y entre los que visitaron el país estuvieron Chris Marker y el estadounidense Lenny Lipton, autor de The Super 8 Book». El festival formaba parte de una federación internacional que hizo posible la circulación de películas en ambas direcciones, en el marco de un rico ecosistema transnacional. Como se ve, es un movimiento muy ligado al formato, que fue tomado como medio de expresión por artistas multidisciplinares. No solo la economía es lo que mueve esta elección. La investigadora Isabel Arredondo, en su contribución al libro Ismo, Ismo, Ismo, aventura:

El uso del formato Super 8, en el que se filmaron todas las películas experimentales venezolanas, puede ser una necesidad, pero también supone una rebelión contra el consumismo. Las películas en Super 8 tienen poco valor comercial porque no se pueden duplicar y por tanto vender o exhibir en salas de cine. Una de las respuestas a la comercialización del arte es emplear un formato sin valor comercial, otra usar el cuerpo como objeto de arte.

Esto último hace referencia a la importancia de la performance en ese momento (para cuyo registro se usó el Super 8) y al valor contracultural de ese cine. Así floreció una increíble escena de cineastas del Super 8, cuya celebridad se consagró con la visita a Cannes de Carlos Castillo, Julio Neri y Diego Rísquez, en una muestra de trabajos de los tres organizada al hilo de la selección en la Quincena de Realizadores de Bolívar, sinfonía tropikal (1980), largometraje de Rísquez íntegramente rodado en Super 8 y protagonizado por artistas, que proponía una visión alucinada de la conquista de América.

En este contexto, Castillo (que empezó en el dibujo para luego dedicarse a la escultura en los años 60) adopta el cine como terreno de juego, no por ello carente de visión y ambición artística. Sus primeras obras traen consigo un comentario a los medios de comunicación y a la cultura de masas, además de jugar con las expectativas que generan las convenciones del lenguaje del cine mainstream y la televisión, sacudiendo el papel del espectador en ellos. Así, su primera película, Matiné 3:15 (1976), es la réplica/parodia de una función de cine con sus anuncios, sus tráileres y su (fallida) película. T.V.O. (1979) es una visión surrealista que funciona como alegoría del poder de la televisión. Manos arriba!! Esto es un atraco (1980) subvierte los códigos de las películas de cine negro y de las crónicas de sucesos y se ríe de ellos. De esta primera época del cine de Castillo es una de sus películas más emblemáticas, Hecho en Venezuela (1977), una visión crítica de la riqueza petrolera y de la miseria que hay en su reverso. Usando el lenguaje de los mensajes institucionales, Hecho en Venezuela muestra un trío de capitalistas de frac bailando en un vertedero, como expresión de los dolorosos contrastes de la sociedad de aquel tiempo. A propósito de eso, dice Castillo en una entrevista realizada por Ángela Bonadies para la revista Tráfico Visual:

Creo que en mis películas y en mi trabajo hay dos ingredientes permanentes, el humor y el drama. Partir de un chiste y terminar representando lo contrario. Es la forma en que me muevo y veo las cosas, de un extremo a otro. Escenas divertidas que en el fondo esconden situaciones dramáticas. Hay que tener una visión propia para convivir con esta realidad y con esta ficción, y traducirlas. 

El segundo programa se articula en torno a obras de los años 80, en las que hay una clara búsqueda relacionada con las artes plásticas y también un intento de representación de la propia ciudad de Caracas. Es el caso de Ciudad vs. Arte (1981), en la que Castillo «pinta» sobre la ciudad delante de la cámara, o Intento de vuelo fallido (1982), uno de los hitos de su obra fílmica, en donde Castillo tira una cámara de Super 8 de la Torre Oeste de Parque Central, el edificio más alto de Caracas (aún en construcción por aquel entonces), con lo que consigue, así, una brevísima película abstracta, que Castillo ha mostrado varias veces en forma de instalación, invitando a los espectadores a colgarse de unos arneses para emular esa suspensión en el aire de la caída libre. 

Las dos sesiones estarán precedidas, en una ocasión única, de dos de sus Interacciones Super 8 Realidad, serie de film performances ideadas por Castillo en los años 80, en una inusitada muestra de cine expandido hecho en Venezuela. 

En el año 2024 se le dedicó una amplia exposición titulada «Carlos Castillo. C.C.T.V.: Casi Todo 1963-2011» en Caracas (una alianza entre la Galería Carmen Araujo Arte y la Sala TAC), que da cuenta de una larga y rica trayectoria que no ha parado en el siglo XXI. Es indispensable, pues, que esa riqueza venezolana que nada tiene que ver con el petróleo trascienda sus fronteras y pase a ocupar su merecido lugar en el cine y en la historia del arte de vanguardia mundial. 

Elena Duque