Sesenta años del Super 8, y una edición más reservando un lugar especial al cine hecho en un formato que tiene una ética y estética propias. Como las que rezuma la obra de la argentina Daniela Cugliandolo, a quien dedicamos un programa. Publicamos una entrevista con ella incluida en el libro Super 8 argentino contemporáneo, de Paulo Pécora, cedida cortésmente por el autor.

¿Desde cuándo trabajás en Super 8 y cómo llegaste al formato?
Antes marcaba como comienzo el año 1999, cuando el laboratorio Arcoiris empezó a revelar Super 8 en la Argentina, entonces pude darle uso a esa cámara «que no servía», nueva en el estuche, que había guardado por la belleza del objeto durante una década. Pero ahora también recuerdo que durante esos años de espera, a veces la sacaba solamente para verla y ver a través de ella. Pienso que el primer contacto fueron esas miradas.
El primer rodaje, otro juego de miradas, esta vez turnando montaje en cámara con mi enamorado, intercambiábamos roles, actuando y rodando frente a un tablero de ajedrez. Luego supe y lo tomé como una confirmación de parentesco que esas imágenes eran recurrentes en la historia del cine.
La primera vez como directora el Super 8 se introdujo en un proyecto de video en base a la obra de teatro que dirigí y no llegó a estrenarse: Las criadas, de Jean Genet. Grabamos a los personajes en escenas fuera de guion, éramos tres cámaras VHS manejadas por los artistas plásticos Matías Perego, Analía de Bernardis y yo. Filmar en Super 8 fue una especie de bonus track que funcionó como síntesis del recorrido, de los procesos de la obra, y fue a la vez para mí un punto de partida de una nueva manera de encarar el trabajo creativo.
¿Qué características posee el formato y cuáles son las ventajas o posibilidades estéticas que ofrece para tu trabajo?
Casi un cuadrado, es máquina, es mudo, es foto en movimiento. Revisando los usos que históricamente se le da al formato, pienso en ese padre o esa madre empuñando la cámara para registrar a la prole, la casa, los paisajes vacacionales, o en el estudiante de cine que da sus primeros pasos, o en el que con inquietudes más plásticas o ganas de probar su punto de vista encuentra la posibilidad de experimentar porque es más accesible económica y técnicamente que los celuloides de gran formato (este es mi grupo). Y me parece que la principal característica del Super 8 es que sin grandes requerimientos te permite realizar un sueño, hacer una película.
¿Cómo ves el panorama del cine en Super 8 en la Argentina?
Parece que somos varios los que adoptamos el formato y seguimos y seguimos. Por lo que voy viendo diría que mantiene un lugar importante dentro del cine experimental y un vínculo ineludible con el cine de autor. Está nutriendo con su diferencia el panorama del cine en general.
¿A qué expectativas o inquietudes estéticas y narrativas responden tus trabajos?
Hacer cine para mí es recrear el encuentro, la conexión que existe con el que deviene actor/personaje, ese es el motor que enciende la cámara. Luego, la narrativa tendenciosa y los caprichos estéticos compartidos diría que dan forma ficcional a ese afecto. Podría dividir mis trabajos en tres etapas. La primera en la Argentina, de 1999 a 2001, cortometrajes estructurados técnicamente con la utilización de solo un carrete y montaje en cámara, rodados en un escenario exterior realista y un escenario interior neutro de atmósfera teatral. Como idea narrativa, el retrato surrealista filmado, la proyección hecha por mí en formato original, sonido de música electrónica reproducida en simultáneo y un enriquecedor feedback con los espectadores.
La segunda en España, Italia y Francia, entre 2001 y 2002, la serie Veo doble, cortometrajes montados en cámara y posteriormente editados digitalmente en doble pantalla con colores planos, en escenarios exteriores, una especie de diario de viaje, con música electrónica de DUO, que exhibía algunas veces con dos proyectores Super 8.
La tercera etapa en España, desde 2003 hasta ahora, buscando nuevas instancias creativas, pruebo técnicas como filmar sin mirar, filmar imágenes que reproduce la computadora grabadas antes por mí en video o de videos que encuentro en internet, grabo en video cámara en mano la proyección en Super 8 o envío a digitalizar el revelado y exploro en edición digital con imagen y sonido. Las proyecciones mayormente digitales.