Ana Domínguez y Ángel Rueda. Una utopía que ya dura diez años

Jun 11, 2019 | Entrevistas


¿Cuándo, cómo y por qué se os ocurre la idea de hacer un festival?
Ana Domínguez: Estábamos ya cansados de trabajar en el formato de cine y televisión comercial. Llevábamos ahí unos cuantos años, yo en el departamento artístico (decorados y atrezzo). Es un trabajo que lo tomas como algo creativo (como venimos los dos del mundo del arte), pero llegas a darte cuenta de que esta vorágine del audiovisual es muy poco creativa: es producir, producir y producir rápido, y la creación se deja en el último escalón. Eso te acaba quemando, sobre todo cuando tienes ese gusanillo de la creatividad: necesitas hacer cosas que te llenen. Entonces yo decidí que quería dejar ese trabajo, y tuvimos la suerte de encontrarnos los dos en ese punto. Yo empecé a colaborar con Ángel en lo que hacía con Lili Films, empezamos a profesionalizar un poquito el tema. Y nos dimos cuenta de que todos los festivales de cine que había estaban repitiendo un modelo. Y es lo que nos planteamos: ¿qué cine queremos ver? ¿Qué películas y qué artistas queremos conocer? Y pensamos: “Si queremos esto, ¿por qué no lo hacemos?”. Y ahí empezó todo.
Ángel Rueda: Sí, también es el contexto. Como dice Ana, sí que estábamos relacionados con cierto tipo de industria de producción cinematográfica tradicional: largometrajes, tv movies y documentales para televisión, muchos de ellos interesantes, educativos, pero esa inquietud artística siempre estuvo presente. Como dice Ana, yo fundé un proyecto artístico que se llamaba Lili Films, en el cual ya se atisbaba un poco lo que iba a ser el (S8), porque en él se profundizaba en la idea del cine hecho en tiempo real, en la performance, en el trabajo con el material, con los materiales analógicos, e incluso podemos decir que localizamos un embrión del festival en la celebración que se hizo por los cinco años de Lili Films, que consistió en una semana de proyecciones con performances, durante cinco días en distintos espacios de la ciudad. Desde proyectar en la calle con un pianista callejero sonorizando en directo una película, a una proyección dentro de un taller de costura. Es decir, siempre ha habido en esa parte artística esa idea del cine en la intervención, fuera de las normas de la producción cinematográfica. Ante esa semifrustración de que sí tienes ese impulso artístico, nos lanzamos a la piscina de hacer el festival al que nosotros queríamos ir. Ese es el germen. Se diseñó un proyecto, muy basado en esa experiencia con Lili Films, y a partir de entonces se ha ido desarrollando siempre desde el punto de vista de que la vanguardia era la protagonista, y el formato analógico ha sido la columna vertebral.
¿De dónde sale el nombre (S8) Mostra de Cinema Periférico?
Ángel Rueda: Fue casi como una consecuencia. En esos cinco años de Lili Films descubrimos que el super 8 era un espacio de libertad: para no profesionales, amateurs o familias, que podían celebrar sus proyecciones en casa con una sábana, dentro de lo inmediato, de la improvisación, y de la intervención, es decir, todo podía pasar en una proyección. Por eso nos agarramos a la siglas de S8, porque queríamos proponer un festival libre. Porque el super 8 es para todos, ya sean cineastas consagrados o artistas menos conocidos. Había sido una herramienta fundamental para romper el hielo y enamorarse del cine. Y lo del cinema periférico era precisamente por salirnos de ese epicentro, el cine como el protagonista que lo condiciona todo y en torno al que todo sucede, cuando nos interesaban más esos lindes alrededor. En mi opinión personal, el cine lo que ha hecho es vampirizar todo lo que le rodeaba: las artes plásticas, el teatro, la música. Nos gustaba señalar con este nombre de Periférico algo fuera del centro.
Las dos primeras ediciones del (S8) sucedieron en la Antigua Cárcel, ¿cómo se decidió tomar ese espacio, y cómo se vivió esa primera edición?
Ana Domínguez: De hecho el nombre, Mostra de Cinema Periférico, tiene que ver con eso: queríamos llevar el festival a un lugar especial, a la periferia. Nos apetecía mucho que fuera un lugar que tuviese esa pátina, que fuese un edificio que tuviese su propia historia.
Ángel Rueda: El cine tiene esa capacidad de transformación, y no solo lo hace con los que ven las películas, sino que transforma también el espacio donde sucede. Había un espacio en Coruña como era la Antigua Cárcel, que tenía una historia de represión, y pensamos que el cine podía cambiar esa historia por una de inclusión, e incluso cómo se podía abrir ese espacio a la ciudad por medio de un evento cultural, encima un evento cinematográfico abierto a la libertad. Creo que es el eje motor del proyecto en sí, en un proyecto que tenía ese perfil tan arriesgado y que quería ser tan rompedor, era necesario que hubiera un plus de transformación en el sitio en el que sucediera. Y por circunstancias también tuvimos la oportunidad de empezar allí como epicentro del festival.
Ana Domínguez: Fue muy complicado a nivel logístico que nos cedieran el espacio pero lo conseguimos, y solo pudimos estar dos años. También fuimos muy cuidadosos a la hora de hablar de la memoria del espacio. Queríamos que esa huella estuviera presente. El primer año se hizo una instalación sobre la memoria de la cárcel, se editó un pequeño libro, y fue muy emocionante porque ese año vino mucha gente que había estado en la cárcel, o familiares de gente que había estado en la cárcel, que querían revisitar el lugar, ahora transformado en algo lúdico y festivo.
Ángel Rueda: Más que lúdico abierto, para ellos era como cerrar un ciclo, casi pasar página: reencontrarse en el espacio pero desde la libertad, que era de alguna manera lo que queríamos con el festival también.
¿Os imaginasteis entonces que llegaría a tener diez años este evento?
Ana Domínguez: Nunca piensas en el “qué pasará”. Estás viviendo el presente, y luchando por sacar cada edición adelante y no piensas “quiero hacer cinco, diez ediciones”. Cada año quieres continuar, entonces el tiempo lo ha ido dando. Pero entonces te das cuenta de que sorpresivamente llevas diez. No sabes cómo, pero llevas diez. Pero sí que cada año es muy complicado sacarlo adelante, es una lucha continua y nunca sabes si vas a continuar o no, pero no te lo planteas. Pero bueno, nuestra intención es seguir.
Ángel Rueda: Sobre todo porque estábamos ocupando un espacio vacío, estábamos partiendo de cero, no había una tradición de eventos cinematográficos a lo largo del tiempo en nuestro país en torno a la vanguardia, con lo que lo nuestro era una construcción diaria, era vivir el presente, con lo que sin duda nunca nos hemos planteado más que hacer la próxima edición, con ninguna otra ambición que seguir aprendiendo nosotros con el festival, no venimos a sentar cátedra de nada, sino a abrir un espacio en el que generar conocimiento, en el cual traer a artistas que nos van a enseñar muchas cosas, y luego generar un caldo de cultivo. Es como cocinar a fuego lento. Siempre hemos dicho que no era un proyecto ni a corto ni a largo plazo, era un proyecto del presente.
¿Qué diferencia veis entre esa primera mostra y la mostra número diez?
Ana Domínguez: Yo creo que ha cogido cuerpo, que cada vez estamos más seguros de lo que estamos haciendo: a nivel de programación, a nivel de lo que queremos hacer. Luego seguimos estando en la cuerda floja: nos dejarán esto, nos darán permiso para esto… Eso continua como el primer año. Sorprendentemente, después de diez años, seguimos con la misma incertidumbre. Lo que si hemos hecho es afianzar el equipo, cada vez somos más conscientes de lo que tenemos entre manos, y la programación cada vez está más consolidada. Hemos consolidado un público, viene un público de fuera de Galicia, de fuera de España, de otros países, porque quieren estar aquí, para ver cosas que casi no se pueden ver en ningún sitio. Eso nos damos cuenta de que lo hemos conseguido, cuando inicialmente solo pensamos en hacer algo especial y diferente, sin saber qué rumbo iba a tomar.
Ángel Rueda: Éramos conscientes desde el principio de que el festival tenía que tener una labor casi didáctica, entonces la transformación puede ser que sí que se ha sembrado una semilla. Vemos que hemos creado un público, en un cine de estas características. También hemos pasado de que sea algo formativo, divulgativo, a que sea una herramienta de creación y de impulso a creadores. Podemos sentirnos orgullosos en estos diez años de que algunas de esas personas que venían de público ahora son creadores. Hemos tenido la suerte de estrenar trabajos de gente joven que se ha visto impactada por el tipo de cine que hemos mostrado y se han animado a experimentar. Eso hace que todo cobre sentido. Eso se nota con el paso del tiempo, cómo puedes llegar a convertirte en una referencia y en una influencia. Siendo modestos también, por lo que recibimos vemos que también es un festival con una proyección internacional muy importante, y que hoy en día es un punto de encuentro, de conocimiento y de impulso, pero también de apoyo a los creadores.
¿Nos podéis decir algunos momentos de estos años que os hayan marcado?
Ángel Rueda: Primero, algo que no tiene nada que ver con la parte artística, que es la comunidad de compañeros que se ha creado, para mí eso ha sido vital. Una huella que han dejado estos años es haber conocido a unos profesionales que se han involucrado en el desarrollo del proyecto, que dedican todo su talento a seguir creando. Esto es un festival de creación. Somos unos afortunados de haber encontrado almas gemelas durante estos diez años, generando una familia. Nosotros hemos alimentado nuestro círculo de amigos con nuestros compañeros y para mí eso es súper importante. Con eso me quedo. Y a nivel artístico, tampoco es cuestión de poner nombres y apellidos, me quedo con la parte humana de los artistas, eso es fascinante. Vuelvo a ampliar ese espectro de la amistad no solamente a los compañeros sino también a los artistas. En estos años hemos salido ganando nuevos amigos. Te pongo un ejemplo en concreto: hoy ha llegado Naomi Uman a Coruña, después de haber participado en el festival en 2012, y es como si nos hubiésemos visto ayer. Nos hemos dado un abrazo, y es como que nos llevamos en el alma. Admiramos su trabajo, pero admiramos también a la persona que hay detrás.
Ana Domínguez: Lo que dice Ángel es totalmente real. A mí en estos últimos diez años se me han mezclado todas las ediciones, es un cúmulo de emociones. Todo se acumula, y se convierte en una línea temporal paralela. Es muy importante compartir, y darnos cuenta de que no estábamos equivocados. Tenemos a un equipo ahí con nosotros que cree en el proyecto. No te emociona a ti solo, sino a mucha más gente. Y eso te hace pensar que aunque esto te haga sufrir, no te estás equivocando, porque hay un montón de gente ahí contigo. Y los artistas.
Ángel Rueda: La conclusión es que merece la pena seguir luchando por las utopías. Porque realmente esto es una utopía.

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