UNA MÁQUINA DE VER, VISTA. THE INVISIBLE CINEMA 3, DE PHILIPP FLEISCHMANN

May 30, 2022 | Artículos, Destacados

  • El cineasta, investigador, traductor y editor argentino Pablo Marín escribe sobre una de las películas del austriaco Philipp Fleischmann que veremos en esta edición del (S8).

Dos líneas dividen la pantalla del cine por la mitad. La cortan horizontal y luego verticalmente. Nos hacen pensar en la cruz que divide el cuadro –esto es, la pantalla– en una cuenta atrás, que al fin y al cabo no es más que una vista telescópica en la que los segundos previos al comienzo de cada película se extinguen (8… 7… 6…). La diferencia aquí es que su localización en la pantalla no responde a un interés temporal. No; como en todo el cine ultra-concreto de Philipp Fleischmann, la cruz responde a un artefacto diseñado para conseguir una representación espacial convincente: estas “líneas” son dos cámaras de 16mm sin lentes e inmóviles construidas desde cero y capaces de capturar la dimensión real de la famosa sala de cine vienesa Invisible Cinema 3 desde el punto de vista de su protagonista, el rectángulo blanco. 

Concebido por el cineasta Peter Kubelka como una máquina de visionado que no debe distraer, en la que solo el film proyectado debería “dictar completamente la sensación de espacio”, la historia del Invisible Cinema pasó por varias localizaciones y apariencias (con instalaciones más o menos ambiciosas, fue construido en 1970 en Nueva York, luego en Viena en 1989 y más adelante remodelado en ese mismo sitio en 2003) siempre de acuerdo a la máxima minimalista de ser una caja completamente negra, sin superficies reflectantes a excepción de la pantalla. Ese mismo sentido de austeridad visionaria, en el cual el respeto por un arte de luces y sombras da paso a una experiencia de visión sin igual, es con lo que Fleischmann parece haber sintonizado como una suerte de cineasta-medium para hacer la película más exigente de su serie de retratos de instituciones artísticas austriacas. Mitad fantasmagoría, mitad plano en movimiento, The Invisible Cinema 3 es una inmersión relámpago de 43 segundos en la oscuridad total del edificio cuya única distracción viene marcada por una serie de puntos blancos oscilantes (las luces de sala) que desfilan por el cuadro hacia arriba y hacia los lados. El resultado es una miniatura fría e hipnótica, una rodajita de realidad no mediada que lanza sobre el espectador una lluvia de preguntas sobre la naturaleza del cine como medio, demasiado poderosa como para salir del cine ileso

Una película sobre cómo el espacio se observa a sí mismo, The Invisible Cinema 3 es también un gesto de humildad radical frente al proceso creativo. Es un proceso inestable –basado en la destrucción simultánea de las nociones elementales de puesta en escena, encuadre y fotograma– donde el cineasta desdibuja su presencia y renuncia a la imposición de un punto de vista supervisado. En su lugar, su rol se “reduce” a transitar el espacio imaginando la mejor manera de invocarlo y de hacerlo hablar a través de sus cámaras de captura directa fijadas en la pantalla. Instalado en uno de los contraplanos más radicales de la historia del cine, Fleischmann propone así el reverso de una sala de cine que siempre ha sido definida como invisible: que la pantalla abra sus ojos, aunque sea por un instante, y vea la inestable materia oscura de la que el mundo real está compuesto realmente. Es en ese momento cuando el desapego de su punto de vista se convierte en un acto de visión trascendental. 

Bien cargada conceptualmente, el hecho de que toda la empresa creativa de Fleischmann se materialice en una película muda de menos de un minuto (sin apenas ninguna imagen que ver) habla en definitiva de un pacto inquebrantable con el proceso más que de cierta decepción desde la perspectiva del público. En ese sentido, recuerdo una declaración de Jonas Mekas en respuesta a las críticas que levantó la primera versión del Invisible Cinema. ”Hemos tenido quejas –dice–, pero no nos preocupa el público. Nos interesa el cine”. Es imposible no ver la película de Fleischmann como un monumento cinemático a ese mismo espíritu materialista aunque subversivamente poético. Sé que esto puede que esté bien lejos de sus intenciones de observación neutral, pero en cierto modo es posible que Fleischmann haya creado un Invisible Cinema 4 etéreo, que se construye ante nuestros ojos en cada una de sus proyecciones. 

Traducción al español de Elena Duque.

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