JORGE SUÁREZ-QUIÑONES RIVAS. EL PODER SANADOR DE LAS IMÁGENES

Jun 1, 2022 | Destacados, Entrevistas

  • Healing Ray es la performance que el artista, cineasta y arquitecto residente en Madrid Jorge Suárez-Quiñones Rivas junto a la música Ylia presentará en la sección Desbordamientos, y que incluye tres proyectores de 16mm y sonido creado en directo. Hablamos con él de calma interior, de cine analógico, de filmar sanadoramente y de rayos y truenos, entre otras cosas. 

Primero que nada, ¿nos cuentas cómo surgió la idea de Healing Ray? Me interesa saber qué te llevó a investigar sobre el poder curativo de las imágenes.

Echando la vista atrás y considerando incluso mis primeras obras, soy consciente de que mi trabajo tiene mucho que ver con la experiencia del presente, entendida como consciencia del ‘aquí y ahora’. Con la perspectiva que da el paso del tiempo, veo ahora mis obras en vídeo, sobre todo la terna que forman Yohei, Amijima y Gimcheoul, como películas que ponen en evidencia la dificultad de la experiencia del presente, pues el pasado y el futuro se entremezclan constantemente, afectando tanto a la imagen como al sonido. 

Al empezar a trabajar en super 8, el propio proceso de filmación se convirtió en sí mismo en una práctica activa de consciencia del presente, pues de alguna manera el montaje en cámara así lo exige. Sin darme cuenta, la filmación y la relación con el mundo a través de la cámara se habían convertido en prácticas de meditación, y por tanto, prácticas potencialmente sanadoras para mí mismo. Empecé a pensar entonces en cómo incluir en este proceso sanador a los demás agentes involucrados: las personas filmadas y las personas que reciben las imágenes durante la proyección.

El primer paso fue condensar, en una bobina de 16mm, un acto sanador. Guillermo Pozo (que está presente en todas mis películas) y yo tenemos algo de experiencia desde hace ya varios años en terapias de movilización de energía, en primer lugar como receptores y más tarde como practicantes. Él aceptó que le filmara realizando una sesión de auto-sanación. Esta bobina de Ektachrome montada en cámara, cortesía de Pablo Useros, fue mi aportación a la obra colectiva de retratos que surgió del taller que estaba impartiendo en la escuela LAV en aquel momento, “Bloques de presente condensado”. Se convirtió en un Healing Portrait que serviría de base para Healing Ray, de la que ahora forma parte. 

En este punto, habiendo ya filmado un pequeño ritual que había resultado en ‘sanación efectiva’ (por mínima que sea) para Guillermo (él se sana a sí mismo) y para mí (a través del acto meditativo de montaje en cámara), me planteé amplificar el proceso. Me imaginaba, por un lado, involucrando a más personas en las prácticas sanadoras, de manera que Guillermo pudiera interactuar, sanando y siendo sanado por otro ser. Aquí es cuando Mireia Ferri, amiga común con la que hemos compartido experiencias vinculadas a la sanación, entra en Healing Ray, formando parte de las bobinas central y final del proceso de 7 bobinas que conforman la primera parte del Reel A.

Por otro lado, me planteaba qué forma tendrían las imágenes capaces de resultar en alguna forma posible de sanación para el público. Por supuesto, confiaba en que simplemente visionar filmaciones de actos de sanación podía tener un efecto positivo en las personas receptoras de las imágenes, aunque sea como parábolas. Pensé entonces que, si ya contaba con el contenido sanador, lo que faltaban eran las formas sanadoras: filmar ‘sanadoramente’ la sanación. Tiré de nuevo de mi experiencia personal y me propuse traducir en formas fílmicas algunas prácticas de psicoterapia experimentadas en primera persona como paciente, como EMDR (desensibilización y reprocesamiento por movimientos oculares) o EFT (técnicas de liberación emocional). Siempre había tenido la intuición de que estas terapias tenían una puesta en escena muy precisa y susceptible a ser traducida en variables formales de ritmo, color, movimiento, velocidad de filmación, duración… Así que la Bolex se convirtió en el instrumento ideal para condensar, fotograma a fotograma, estas variables, y así poder revivirlas ante otras personas, confiando en que un cierto grado de sanación, por mínimo que sea, pudiera tener lugar. Surgió así la Reel B de Healing Ray. 

¿Desde el principio lo pensaste como performance? ¿Cómo fue evolucionando esa idea?

El formato performativo fue apareciendo durante el proceso creativo como una evidencia. 

Al principio, me planteaba una proyección monocanal en la que el material del Reel A (filmaciones de actos de sanación) se alternara en la mesa de montaje con el material del Reel B (filmaciones que quieren sanar a través de la forma). Sin embargo, nunca llegué a visualizarlo con claridad: solo veía bloques compactos que no se decían nada en una sucesión temporal lineal.

Sin embargo, sí que me los imaginaba conviviendo en el espacio y el tiempo, dialogando como parte de una partitura, como dos líneas que van variando sus interacciones, a veces más secantes, a veces más paralelas, cada una siendo visible desde una fuente de luz diferente, desde una posición diferente, conservando de alguna manera su integridad y a la vez abiertas a afectarse. Se fueron presentando como parte de una coreografía para ser interpretada en presente, a la que se unió rápidamente una tercera fuente de luz, que no estuviera formada por imágenes ya filmadas sino que emitiera rítmicamente partículas de color puro en función de intervenciones y decisiones tomadas en directo. 

Así surgió una propuesta expandida, con tres proyectores que hacen visibles materiales de tres orígenes diferentes, que se activan en directo e interactúan entre sí en el tiempo de la proyección, organizados todos en un gradiente que va del negro al blanco pasando por los siete colores del espectro de luz visible, al que todos colaboran. 

De esta manera siento que los materiales se conservan como organismos vivos, abiertos a nuevas posibilidades e interpretaciones en el presente de cada proyección. En ese sentido, la experiencia de Healing Ray en el (S8) será completamente nueva.  

¿Cómo entraste en contacto con el trabajo de Ylia y que fue lo que te interesó de él?

Pedro Portellano y Gonzalo de Pedro entraron en contacto conmigo mientras estaban preparando la edición 2021 del Festival de Artes Visuales Expandidas RAYO. Les hablé de mi proyecto fílmico sobre la sanación, que en aquel momento solo contaba con Healing Portrait como materialización, y quisieron apoyar el desarrollo para la presentación en RAYO. 

RAYO es un festival en el que creadores visuales trabajan junto a creadores del ámbito de la música y el sonido. Pedro tuvo la genial intuición de conectar mi trabajo con el de Susana Hernández (Ylia), y me mostró su música. Desde la primera escucha de su EP Dulce Rendición sentí una conexión especial, y pude entender por qué nos había propuesto entrar en contacto. 

En su música sentí un aspecto cinematográfico muy fuerte, como onírico y de ensoñación, que convivía con naturalidad con otro lado más enraizado a la tierra. Sin saber yo nada de música, conmovido por su trabajo con texturas sonoras, me imaginaba su proceso similar al mío en cuanto que sentía que tanto ella como yo éramos conscientes de que trabajábamos con materiales, desde la fisicidad. Me emocionó especialmente cuando me pareció distinguir su voz en algunas pistas, modulada, ejecutada y tratada de diferentes formas. Vi vídeos de sus actuaciones en directo, rodeada de diferentes dispositivos e instrumentos, y su presencia me transmitió muchísima fuerza. Como le dije a Susana en un primer momento, desde un nivel muy subjetivo y personal, pude sentir una conexión con la sanación en Dulce Rendición, algo que no sé explicar pero que se manifiesta en ritmos, frecuencias, tratamientos específicos del sonido, e incluso en el imaginario que se crea al leer los títulos de las canciones. 

Al revisar nuestro intercambio de emails, me parece muy profético lo que le comenté antes de despedirme en el primero que le envié, pues el rayo en todas sus formas y manifestaciones atraviesa Healing Ray y parece que la colaboración se bendijo desde el primer momento: «Comencé a escribir este email escuchando de nuevo Dulce Rendición, empezó a llover a la mitad del álbum, se terminó tu música y comenzaron los truenos, que todavía continúan. ¡Creo que es un buen presagio!» 

¿Cómo articulasteis el trabajo juntos?

Fue un proceso muy especial. Aunque ya tenía muchas notas, esquemas y estructuras sobre el papel, todavía no había comenzado a filmar cuando se produjo el primer contacto. Por lo tanto, pudimos compartir todas las fases del proceso de producción de las imágenes y los sonidos, incluso si nos encontrábamos en ciudades diferentes y alejadas.

La premisa que tenía en mi cabeza respecto al sonido es que tuviera un papel efectivo en la sanación, al mismo nivel que las imágenes. Que pudiera inducir a un estado de calma interior, de reconexión con el propio cuerpo y pulso interno, de comunión con el presente. Me interesaba que en la medida de lo posible se pudiera trabajar de manera consciente con las cualidades intrínsecas de las frecuencias sonoras, igual que en la imagen estaba considerando las diferentes longitudes de onda del espectro visible de la luz y la influencia de los colores como formas de energía. En ese sentido, que Susana pudiera conversar y colaborar con investigadores del CSIC durante el proceso de producción del sonido fue muy enriquecedor.

Empezamos enviándonos playlists, canciones y vídeos, compartiendo referencias e ideas sobre música sanadora, tratando de encontrar un espectro común entre nuestros universos personales, un cierto tono alrededor del cual movernos. La existencia de Healing Portrait también nos sirvió de guía en un primer momento. Recuerdo que Susana probó a colocar por encima la grabación de una de sus últimas sesiones en directo, y el resultado de esa superposición de dos materiales con orígenes aparentemente tan dispares fue muy emocionante, como si poseyera ya una cierta lógica automática.

Conforme iba grabando bobinas, le iba describiendo los procesos de filmación y las imágenes que yo había buscado (y que esperaba haber fijado en la emulsión), pues hasta que no estuviera todo filmado y revelado no podríamos ver el resultado. A partir de estas descripciones Susana empezó a trabajar y hacer pruebas, recolectando texturas y sonidos, realizando grabaciones de campo, pensando en posibles instrumentos y estructuras… Fue un proceso creativo muy intenso, que empezó por intercambio de emails y continuó por videollamadas, notas de voz…

Era muy especial ser conscientes de cómo las imágenes y los sonidos iban materializándose en paralelo y a la vez entrelazados de alguna manera. Cuando hube terminado de filmar y por fin me llegaron reveladas todas las bobinas de película reversible, hice un screener casero de todo el material en LAV. En un timeline digital a modo de simulación ordené las bobinas en una estructura primaria de dos pantallas, y lo compartí con Susana. Fue realmente emocionante cuando me pasó la primera pista de sonido, ya ajustada y producida exactamente para las imágenes. La energía que se desprendía de la sincronía de las imágenes y los sonidos era indescriptible. Se daban relieve mutuamente, amplificando su poder, generando una verdadera sinergia que a la vez respetaba la individualidad de las fuentes visuales y las sonoras, sin un orden jerárquico entre ellas.

A partir de ahí vino un trabajo muy minucioso en el que la estructura general de la propuesta performativa se fue ajustando en función de la interacción del sonido, la imagen y el espacio de representación. Era sobre todo un trabajo de ritmo a partir de variables ajustables: todos los instrumentos y dispositivos involucrados en la generación de la música en directo, tres pantallas, tres proyectores que pueden encenderse y apagarse independientemente, cola negra entre bobinas, todos los elementos del tercer proyector, posiciones posibles que podía tomar cada elemento en el espacio… Y por fin nos encontramos para los ensayos en Cineteca unos días antes de la presentación en RAYO. Ese tiempo fue esencial, pues en directo todo es más intenso y real. Cada una de las pruebas que realizamos era emocionante. También surgieron reestructuraciones y cambios importantes para terminar de ajustarnos al milímetro, desembocando en algo así como una coreografía total muy medida pero al mismo tiempo abierta a la sorpresa del directo, pues tanto Susana como yo contamos con muchas variables abiertas a la improvisación en función de la energía del presente. Cuando llegó la presentación el 4 de julio ante el público, creo que ambos sentimos realmente pasar por la sala el rayo sanador.

Nunca había trabajado de esta manera, confiando plenamente el sonido de una obra a otra persona. Ahora mismo no soy capaz de entender las imágenes de Healing Ray reproduciéndose sin la música en directo de Susana.

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