Stefano Canapa nos habla de su trabajo con el sonido en el cine: de su performance Wavelength, junto a Antoine Birot, que podremos ver la noche del jueves en la Fundación Luis Seoane, y de The Sound Drifts, parte del programa Viejos y nuevos amigos.
WAVELENGTH
Antoine Birot: Para mi trabajo utilizo dos generadores de baja frecuencia (GBF), que son aparatos que podemos encontrar en los laboratorios de electrónica para medir la corriente. Son aparatos que generan una señal eléctrica y, por ende, un sonido. Yo grabo esta señal pura, y con esto voy construyendo el sonido en directo, a partir de la improvisación que está teniendo lugar. Como los aparatos que utilizo son bastante antiguos, juego también con los crujidos que producen, con los ruidos, con lo que serían los defectos, digamos.
Stefano Canapa: Hay que decir que uno de los usos originales de esta máquina era arreglar aparatos de televisión, así que cuando empezamos a trabajar una de las primeras cosas que se nos ocurrió fue que podríamos trasladar de nuevo esta frecuencia a la tele. Y descubrimos –porque fue un proceso de exploración– que se generaba una especie de feedback de vídeo y que esto daba lugar a una imagen abstracta muy interesante. Además, nos dimos cuenta de que si alterábamos la frecuencia, la imagen iba cambiando con ella. Entonces volvimos a filmar en 16mm estas imágenes de la tele, improvisando con el instrumento para generar el sonido y así improvisar también con la imagen. Después vino un trabajo de laboratorio, fotoquímico, de revelado… utilicé distintas máquinas para explorar resultados. Y el paso final fue utilizar el material visual generado de esta manera y acompañarlo de sonido en vivo, de modo que el sonido y la imagen se reúnen de nuevo.
THE SOUND DRIFTS
S.C.: The Sound Drifts surge de un trabajo de laboratorio. Estaba haciendo la copia de la anterior película que hice con Jérôme (Noetinger). Es una toma documental sobre su trabajo: le pedí que hiciera una improvisación para la cámara (usé dos cámaras), que durara lo que dura una lata de 16mm, que después hinchamos a 35. Lo único que yo no puedo hacer en nuestro laboratorio es el sonido Dolby Surround, porque es muy complicado, así que se lo encargué a un laboratorio profesional. Y lo que ocurrió es que hubo un error digital. Envié el sonido en un dispositivo USB y al guardarlo se perdieron datos y se creó un agujero en el sonido. Pero como lo que hace Jérôme es muy experimental, la persona encargada de manipularlo después no se dio cuenta de que había un problema. El negativo de óptico no se puede escuchar, hay que imprimirlo primero y luego ya se puede escuchar. Así que hice la copia, y después cuando la proyecté me di cuenta de que había un hueco en el sonido, en el minuto 8:20. Y como mi película era acerca del sonido de Jérôme, me fastidiaba mucho que faltara esa parte. Así que en el laboratorio repitieron el proceso, pero yo me quedé con ese negativo de sonido. Y claro, para saber dónde estaba el problema, fue necesario proyectarlo. Hay que sacarle la ventanilla al proyector, para ver la proyección de lo que no se proyecta habitualmente, es decir, la parte del sonido óptico. Y a partir de ahí empecé a reflexionar sobre la posibilidad de llevar a la pantalla esta parte de la película que nunca se proyecta.
Normalmente cuando proyectas una imagen, el sonido de esa imagen está como veinte imágenes más adelante, porque en cine no se puede leer la imagen que tiene una lámpara de varios kW al mismo tiempo que el sonido, que es una marca muy pequeñita. Así que la solución que se encontró en su momento fue la de desplazarlo: la lectura se hace en dos lugares diferentes. Y como era yo el que hacía la copia, pude imprimir la imagen y el sonido calculando este desfase. Por eso, en realidad, lo que uno ve es lo que hay: lo que está oyendo es lo que ve.