Un artículo de Mattia Fiorino publicado originalmente en Il Tempo Impresso (www.iltempoimpresso.com).
A Return es una película que hace del retorno su razón de ser. Su creación es, de hecho, dada por la alternancia de metraje de dos lugares diferentes con los que el director ha impresionado la película y que ha superpuesto de acuerdo a criterios que se pueden definir como armónico/musicales más que lógico-sintácticos. No es difícil tener la impresión de hallarnos frente a lo que Jonas Mekas llamó “glimpses of beauty”, aunque hay diferencias en la manera en la que estos dos directores se relacionan con sus personales “glimpses”.
En películas como Reminiscences of a Journey to Lithuania, el sujeto (Mekas) es externo al objeto (la casa) y la contempla con la dulzura y la sinceridad propias del director lituano, que permanece en abstracto (su voz fuera de cuadro es un claro ejemplo) en la idea misma de usar el cine como una hoja en blanco en la que escribir sobre recuerdos y pensamientos. Aquí, entonces, su vieja casa es un fin, algo en lo que enfocarse desde el exterior. En A Return, por otro lado, el director está en el interior y mira hacia fuera, su mirada se proyecta desde la casa hacia el exterior, su mirada se proyecta hacia lo que hay más allá de la ventana, la estetización es también dada intrínsecamente por la forma no “atribuida” por el contenido. En otras palabras, la estética de los “glimpses of beauty” de Edmonds difiere de la de Mekas en la voluntad de ensamblar “glimpses” poéticamente intensos a priori y no hacerlo por medio de algo que esté ligado a ellos (en el caso del segundo director es dado por la consciencia de su posición hacia lo que filma, conciencia dada por los famosos escritos que aparecen en sus películas y por su práctica de “poetizar” recuerdos y pensamientos). Los lugares de A Return transmiten (en su intercambio y mezcla) la calidez y la belleza de un nido, las caras de los seres queridos, animales, árboles, cielos: todo es un hogar, todo es una sola representación atmosférica de pertenencia y proximidad.
La relación entre los dos lugares en los que los fragmentos de película se filmaron es interesante como alternancia y superposición de dos macro-aspectos de la imagen: el geométrico-lineal y el pictórico-sfumato. Lo que de hecho diferencia las dos localizaciones es la elección del director de reproducir elementos estructurales y elementos naturales en la transición de Berlín al sur de Inglaterra, entretejerlos y crear formas completamente nuevas, ahora angulares, ahora curvilíneas, finalmente fundidas para crear una nueva casa. Esta (re)alineación de imágenes no es más que una mezcla de sugerencias sedimentadas en recuerdos, un proceso común que tiene que ver con la memoria y que lleva a la reelaboración (claramente distorsionada) de un lugar que no es lo que realmente es, y que al mismo tiempo es lo que es (la verdad poética de la memoria consiste precisamente en su opacidad).
A los ojos del artista el mundo es exactamente en donde trabaja, con sus reglas y esquemas personales. Volviendo a la comparación Mekas-Edmonds es posible aclarar más la cuestión concerniente a su percepción de las cosas a su alrededor. El primero observa el mundo de una manera completamente natural (donde “natural” significa la representación mecánica dada por la cámara) y sin embargo (he aquí la agradable paradoja del cineasta) da al espectador una visión extremadamente única y personal, modulada y artísticamente formada tras la filmación y antes del film terminado; el segundo empieza de una visión que se realiza en el mismo fotograma, creada por él en el momento de filmar, poético en su plenitud y realizado en la sinfonía que se pone en escena en la película terminada. Se puede decir, quedándonos en la esfera musical, que el cine de Mekas está compuesto de canciones y el de Edmonds de piezas instrumentales.
La expresión más completa de esta idea musical de la película es quizás la elección de usar como banda sonora el sonido de un río que desemboca en el mar, una de las más poderosas secuencias, que se puede pensar en relación a la idea de superposición y al natural entretejimiento de imágenes: es precisamente de esta manera que los fragmentos de la película se suceden los unos a los otros, de acuerdo a una lógica puramente instintiva y “natural”, como si las imágenes se atrajeran entre sí y la tarea del director fuese solo satisfacer esta tensión/atracción. El regreso a casa es, en este caso, un viaje que no es físico (como se ha dicho de la posición del director hacia los lugares filmados; lo mira todo desde el interior. Ya está en casa, básicamente), mnemónico y evocador, en el que las matemáticas y la poesía dialogan entre sí y finalmente convergen: Mondrian y Kandinsky, Ghiberti y Brunelleschi, Policleto y Fidia, Bach y Händel. A Return es una sinfonía de “dos mundos se funden en uno”.