SINAIS. ¡VIVEN!

Jun 1, 2022 | Artículos, Destacados

Desde la visión clara del cine que nos mueve, y de la importancia de reivindicar y dar espacio al pasado y a los creadores internacionales, desde el (S8) también nos damos cuenta la necesidad urgente de reunir a la gente que está creando aquí y ahora, y de abrir nuevos universos a las generaciones venideras (esto a través de Paraíso). De ahí viene la idea de ampliar Sinais, labor que ha terminado por extender la sección a tres programas por cuenta de un panorama de creación emergente que se ha revelado desbordante.

En una primera sesión reunimos las obras con más raigambre plástica y formal. En lo que se refiere al uso del celuloide, la sesión se abre con una película-performance de Aura Vega: el cine en 16mm  hecho sin cámara se encuentra aquí con la escritura y el lenguaje, convirtiendo la anotación obsesiva en juego abstracto. Álvaro Feldman trae dos estudios en super 8 que nacen de la experimentación con técnicas ópticas y lumínicas: por un lado, la mezcla sustractiva de colores lumínicos, y por otro lado el uso de máscaras en en cámara, creando una suerte de collage. Saru Miras, por su parte, lleva el experimento estructural de filmar fotograma a fotograma al extremo usando como guía métrica los kilómetros, metros y centímetros, en una pieza que termina por revelarse también como ejercicio diarístico e íntimo. Miras filma en super 8 al igual que Inês Lima, pieza en la que el revelado artesanal y la articulación de colores de sus imágenes enigmáticas entran en sintonía con la evocación del texto. La formación fotográfica de Carla Andrade, por otro lado, nos lleva a una pieza en la que mezcla múltiples formatos para retratar el paisaje (en movimiento y detenido) y revelar sus fuerzas telúrica. El mar de Andrade se toca con la sensibilidad acuosa de las piezas Claudia Pineda y Acacia Ojea: la primera, experimentando (en ocasiones a doble pantalla) con imágenes subacuáticas, y Ojea con la sensorialidad a flor de piel y los gestos humanos.   

La segunda sesión sigue un camino más emparentado con el cine de no ficción. Desde las impresiones en super 8 que rozan lo etnográfico, como es el caso de la pieza de Jaione Comborda Coll, una breve visión del rural gallego, y en el caso de La Tarara, de Álvaro Feldman, que retrata a una familia de un barrio de Sevilla desde un registro diarístico emocionante y emocional. Descartes, de Alejandro Alvarado y Concha Barquero, y O cinquito (con derecho a tocar) de nucbeade, indagan en episodios más o menos vergonzantes de la historia reciente: la primera recuerda la censura postfranquista de la película Rocío, de Fernando Ruiz Vergara, a través de sus descartes, y la segunda recuerda la exhibición de seres humanos como fenómenos en barracas de feria. Finalmente, Helena Estrela retrata con humor las angustias de la juventud en la pandemia, en una sucesión de puestas en escena que remiten al cine de Benning o Lertxundi.

La última sesión viene marcada por el vídeo y lo digital, y por los colores neón de nuestro tiempo. Abriendo con la propuesta performática/instalativa de Claudio Sodi y su película fosforescente, que desvía la mirada de la pantalla para llevarla al proyector. Colores brillantes, como los de Los apellidos, de Tamara Goberna, que con un cúmulo de manipulaciones de vídeo deforma la imagen, la explota y la multiplica, en un ejercicio en torno a la despersonalización. La idea de los registros clandestinos viene a la mente en las piezas de María Pipla y Sol Mussa. Pipla aprovecha en Metro una cinta familiar encontrada en la que un error fortuito (grabar sin querer imágenes en el metro) termina configurando un Perfect Film como el de Jacobs. Mussa vuelve a mirar a los submundos y trastiendas capitalistas, esta vez desde una visión nocturna y sórdida de los caminos que sigue cada día la basura que producimos. El sentir de los tiempos y el significado de crear desde la intimidad descarnada queda patente en las piezas de Marta Valverde y Claudia Negro. Valverde pone el foco en la precariedad de la subsistencia en el mundo del arte poniéndola en paralelo con el mundo de la prostitución, preguntándose en dónde se encuentra la mayor violencia. Finalmente Claudia Negro echa mano de los códigos y lenguajes de internet: las redes sociales, whatsapp, google y youtube no discurren ya en una dimensión paralela a la vida, sino que son parte de ella. La película multipantalla de Negro es lo que más se asemeja a la experiencia del mundo que tenemos. Desde lo íntimo habla del angst específico de esta generación, pero también del que viene de tiempos inmemoriales: la vulnerabilidad y la fuerza de la juventud.

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