JEAN-CLAUDE ROUSSEAU. MOMENTOS FUNDACIONALES

May 31, 2021 | Destacados, Entrevistas

En esta edición contamos con una conferencia ilustrada de Jean-Claude Rousseau, en la que el cineasta francés nos presentará un puñado de películas que se relacionan con su cine de diversas maneras, de autores como Vigo, Duras, Akerman, Snow, Frampton y Martedi. Una derivación más del ciclo preparado por Francisco Algarín Navarro y Carlos Saldaña que ha atravesado España, gracias a su parada en la Filmoteca de Galicia. A continuación reproducimos un fragmento (a modo de aperitivo) de uno de los dos libros sobre Rousseau editados por Algarín y Saldaña este año a través de Lumière, La luz reflejada a través de las cosas. Conversaciones con Jean-Claude Rousseau, donde nos habla de sus primeros contactos con el cine. 

¿Cuál fue su primer contacto con una cámara de Super 8?

Cuando era adolescente, mis padres compraron una cámara de super 8. Puede que les empujara un poco a hacerlo. Se utilizó para hacer el tipo de películas familiares que se hacen cuando se viaja. Por supuesto, tengo estas bobinas en alguna parte, pero no las he visto. Las cámaras de super 8 se vendían para uso familiar y para crear recuerdos de los viajes. Con esta cámara de mis padres, una Bauer D2M, conociendo ya sus límites y su imprecisión al nivel del encuadre, que debía corregir, filmé mis cinco películas en super 8. Se volvió familiar, no sólo porque viniera de mi familia. Ya la había utilizado, al borde del Sena, con la ambición de hacer una película. Creo que ya había visto Aurélia Steiner, de Marguerite Duras. Cuando vi el resultado, no me pareció interesante. Enseguida me dije que no era así como se podía hacer una película. Pero estaba la idea de «hacer cine». No era ése el caso cuando filmaba en Sousceyrac, la región donde nació mi madre, donde hay un molino que ya no se utiliza, con un depósito de agua frente a la casa; allí filmé, en aquella época, las dos bobinas que se ensamblaron más tarde en La Vallée close, un poco sorprendentes en relación con el resto de la película, si bien son necesarias. Pero todo fue bastante antes de tener una relación con la imagen y con el uso que podía hacer de esta cámara.

También habría que recordar que en todas sus películas en Super 8 utilizó película reversible Kodachrome 40.

Por lo que señaláis, se podría pensar que elegí entre diferentes películas: Kodak, Fuji, y otras. No. Una vez usé una película, la Fuji, que me hizo darme cuenta de que los tonos eran más bien fríos, mientras que la película Kodachrome tiene un tono mucho más cálido, y eso me convenía. Pero no elegí la película pensando: «Ésta va a tener un color un poco más cálido que la otra marca». Me di cuenta de ello, pero no fue una elección. El hecho de que, al enviar la película al laboratorio, volviera un positivo y no un negativo, simplificaba también las cosas. Fue en estas pobres condiciones como realicé mis primeras tomas en super 8, que acabaron haciendo Jeune femme à sa fenêtre lisant une lettre. Con el material menos perfecto, sin los perfeccionamientos técnicos que nos permiten hacer lo que queremos, pueden producirse cosas admirables –a pesar de uno mismo, en cierto modo.

Vivió en Nueva York en unos años importantes para el cine.

Sí. Mis viajes a Nueva York comenzaron en 1973. Fui este año para encontrarme con alguien a quien conocí en Atenas. Sabía que esta persona vivía en Manhattan, tenía su dirección, pero cuando llegué frente a su puerta, me enteré de que ya no vivía allí. Al año siguiente, otro encuentro en París me llevó a Nueva York. Hice varios viajes en 1974 y 1975. Eran estancias breves, pero regulares, durante las vacaciones escolares. Yo era profesor en ese momento. En 1976, abandoné París para irme a vivir allí. Volví en 1977.

Mi primer contacto con Nueva York fue muy fuerte –en 1973, habiendo llegado solo, en verano, a las diez de la noche y saliendo del autobús que lleva del aeropuerto a Manhattan, al barrio peligroso (en la época) de la calle 42. En cualquier caso, eso liberó una energía y, entre otras cosas, el deseo de hacer algo en eso que llamamos artes plásticas.

Por supuesto, me interesaba el cine. Vi a Dominique Noguez en Nueva York con motivo del estreno de Jeanne Dielman de Chantal Akerman en el cine del Museum of Modern Art, aunque ya debía conocerle de París.

¿Qué otras películas pudo ver en Nueva York?

En Nueva York, estaba el ambiente del cine underground, con la cinemateca de Jonas Mekas. Iba a las proyecciones. Debí ver las películas de Andy Warhol en el Anthology. La primera película de Michael Snow que vi, también en el Anthology, seguro que fue Wavelength. Hay una película de Snow que me gusta mucho, pero posterior a los años 70, llamada Presents. Cuando me dedicaron una retrospectiva en la Cinemateca Portuguesa, incluí esta película en la carta blanca. Presents tiene dos partes. En cierto momento, la pared delante de la cual tiene lugar toda la primera parte se derrumba y se descubre por detrás el cielo y los tejados de los grandes edificios. El decorado se pone primero a temblar, y los objetos encima de los muebles y los propios muebles tiemblan y terminan por caerse. Vemos a una joven con problemas para moverse. Hay una instalación técnica bastante importante: el decorado está sobre una estructura que puede moverse. Esto me recuerda al final de la película E la Nave va, de Fellini, donde se ve precisamente el decorado y a todo el equipo técnico que crea el movimiento del barco. Pero también es lo que se ve al final de una película de Manoel de Oliveira, Benilde ou a Virgem Mãe, cuando hay un retroceso de la cámara que descubre el decorado del estudio. Vi una película de Yasujirō Ozu por primera vez en 1976-77 en Nueva York, en el Centro Cultural Japonés, antes de las importantes retrospectivas en Francia que fueron un acontecimiento –donde vi a Alain Resnais en la cola frente al cine Max Linder, sin poder entrar porque no quedaban entradas.

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